Decían los teóricos liberales que el comercio tiende a sustituir a la guerra y que la política, entendida como democracia electoral, es la alternativa pacífica a la guerra; pero en México la guerra terrorista contra el pueblo ha sido la continuación del “libre comercio” por otros medios y la democracia electoral y sus partidos han sido la puerta de entrada institucional a la guerra contra el pueblo.
En México, el liberalismo ha sido, históricamente, sinónimo de guerra contra el pueblo, especialmente en contra de los pueblos indios, de Juárez y Díaz a Alemán y Salinas, al PAN, el PRI y el PRD y su actual contrainsurgencia. El liberalismo ha tenido siempre palabras de paz pero hechos de guerra.
¿No es hora ya de superar los dogmas del liberalismo burgués que enmascaran la guerra detrás de palabras como “libre comercio” y “democracia electoral”?
El liberalismo fue progresista cuando la burguesía en ascenso enfrentaba al feudalismo, pero hoy la burguesía es la aliada del alto clero, el militarismo, el imperialismo, y el liberalismo es la ideología del dios dinero disfrazada con fraseología institucional, y hasta humanitaria o filantrópica: libre comercio, política liberal y guerra son tres caras o avatares de la misma dominación.
Y seguramente, si alguien critica esos dogmas será acusado de violento, antidemocrático y totalitario: cuando es precisamente la dominación con ideología liberal o neo-liberal la que ejerce hoy la violencia (institucional, militar y mercantil), el autoritarismo y la imposición del pensamiento único.
Cómo pensar y actuar más allá del liberalismo no es tarea fácil porque nos han vendido como sentido común la idea de liberalismo como pensamiento liberador: pero hoy el liberalismo representa la libertad del dinero, las mercancías y el capital a cambio de la esclavitud humana.
Javier Hernández Alpízar
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