sábado, 31 de marzo de 2012

LA CULTURA PRIISTA Y LA “IZQUIERDA” CON COMILLAS

En octubre de 1990 el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas nos visitó en Texcoco. Vino a apoyarnos en una campaña para la presidencia municipal, cuyas votaciones se celebrarían el 8 de noviembre de ese año. El candidato a la presidencia por Texcoco era ni más ni menos quien esto escribe. Después de un exitoso mitin lo invitamos a comer a un antiquísimo pueblo llamado Huexotla. Ahí, en corto, mientras comíamos le dije al Hijo del General: “Ingeniero, ¿sabe cómo se van acabar las broncas en el PRD?” “¿Cómo Salvador?”, “que las dietas de todos los funcionarios perredistas se vayan a las arcas del partido y el partido les pague como profesionales de la organización, así nadie se va a estar peleando ferozmente por ser diputado, senador, gobernador o presidente municipal y tendremos recursos para apoyar a los militantes de base y no perderlos y con ello podemos hacer crecer el partido”. Las hordas en el PRD habían llegado a repartirse sobre todo, no las candidaturas por mayoría, sino las de representación proporcional, en ese entonces los candidatos eramos de “sacrificio”, pues era muy difícil ganar un puesto de elección popular por mayoría. Las broncas internas, a la sazón, eran contra los expriistas que querían agandallarse los puestos del partido. La izquierda tenía las comillas listas para colocárselas prontamente y un tiempo después se ostentaba ahora sí como “la izquierda”, electorera, cucharera, negociadora, concertacesionista, tortibonera, cementera y repartidora de despensas y de leche contaminada. La izquierda moderna pues, neoliberal, globalizante, “democrática”. En Texcoco, en 1988, la izquierda, aún sin comillas, tuvo una de las votaciones más altas como Frente Democrático Nacional, FDN, bajo las siglas del Partido Mexicano Socialista, PMS (aún cuando el nombre de Heberto Castillo apareció, si mal no recuerdo, en la boletas), Partido Auténtico de la Revolución Mexicana, PARM, del Partido del Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional, PFCRN, el ferrocarril y del Partido Popular Socialista, PPS. El ingeniero Cárdenas me contestó: “Lo voy a considerar Salvador”. Por supuesto que no lo consideró. Y no lo hizo porque Cárdenas traía en las venas la sangre del PRI, las cultura del PRI, nació con ella, creció con ella, ella le dio la gubernatura de Michoacán y otros puestos gubernamentales, pero toda ella no le fue suficiente, no le alcanzó para convertirse en candidato del PRI a la Presidencia de la República en 1988. Por ello fue el principal protagonista de la ruptura interna que en toda su historia ha tenido el Revolucionario Institucional. Como por arte de magia Cuauhtémoc Cárdenas pertenecía ya a las filas de la izquierda y la izquierda estaba orgullosa de tener en su militancia ni más ni menos que el mejor cuadro político al que pudo haber aspirado. Pero, no es fácil hacerse una transfusión de sangre izquierdista para de buenas a primeras convertirse en un socialista o en un revolucionario, por más voluntad y empeño que se ponga. Y más si atrás de él venía una cáfila de priistas que se salieron de su huacal para emprender una nueva aventura en pos de las mieles del poder y los privilegios que se les habían escapado de las manos al ser rechazado Cuauhtémoc como candidato del PRI a la presidencia. La cultura priista llegó al PRD y ahí tuvo un lugar donde pudo fermentar alegremente como en la Viña del Señor. Fue entonces cuando de las bardas que los militantes del partido pintaban empezaron a desaparecer las consignas de ¡BASTA DE ROBAR AL PUEBLO!, ¡LIBERTAD A LOS PRESOS POLÍTICOS!, y empezaron a aparecer los “slogans” publicitarios y los “qué bonita sonrisa” de los candidatos de la “izquierda”, los movimientos sociales (¡uy que feos!) fueron abandonados, y esa “izquierda” lait, empezó a mostrarse en los anuncios monumentales cual actores telenoveleros por todas partes. La izquierda no pudo izquierdizar a los priistas.
Ocurrió lo contrario, los priistas inocularon su cultura a los presuntamente más izquierdistas de la pradera perredista. Y por ahí se fueron los texcocanos. Y eran ¡pemetistas! (del Partido Mexicano de los Trabajadores, sí de mi expartido). Sí, mis compañeros de militancia. Y por el mismo camino se fueron los pemetistas de Neza, de Tultitlán, de Ecatepec, y florecieron los higinios, los cureños, los bautistas, los ulloas, los horaciosduartes, los encinas, los salinas, los reinaldos, los carmelos, auténticos jeques cimarrones. ¡Qué vergüenza! El experimento de la cultura priista halló un lugar feraz para desarrollarse en un partido que se pretendía íntegro, honorable y por demás democrático. Ya en 1993 el PRD co-gobernaba con el PRI en Texcoco. Y en 1997 la izquierda aprovechó el tsunami cardenista que arrasó en el DF, para que los expemetistas llegaran al poder en Neza, Chicoloapan, en Los Reyes, en Tepetlaoxtoc, en Tezoyuca, y en muchos municipios mexiquenses. El poder es el poder. Pronto la “izquierda” ahora sí ya con comillas, aprendió las mañas de los priistas y rápidamente superaron a éstos. En esos municipios le hicieron honor al nepotismo y empezaron a conjugar en todas sus formas el verbo heredar, yo heredo, tú heredas, él hereda, nosotros heredamos, vosotros heredáis, ellos heredan para crear dinastías cual egipcios de pacotilla y delegar el poder a hermanos, primos, sobrinos, amantes y hoy, en el DF esposas (la de Jesús Ortega, la de Bejarano, vgr.), la “cosa Nostra”, la “famiglia” y sus capos.
De ese tiempo a acá de este lado, esto es, hasta 2009, el PRD gobernó esos importantes municipios. Además en 2006 la “izquierda” también llegó al poder al municipio más grande de México y quien sabe si del mundo: Ecatepec, con otro ex pemetista a la cabeza. Pero lo que tenía que pasar pasó. La “izquierda” ya no pudo seguir engañando a su clientela. Esos municipios importantes: Texcoco, Los Reyes, Neza y Ecatepec, fueron recuperados por la cultura madre: el priismo. El priismo dijo hasta aquí les damos chance a los “izquierdosos” y vamos por todo… y fueron por todo. Hoy esa “izquierda” con comillas, está de luto. Por ello luchan por conservar el hueso, la médula y la remolacha. Saben que la alta votación de Obrador en las próximas votaciones les va a dejar dividendos. En realidad les vale madre el pueblo. Ahora un luchador de esos de “izquierda”, el senadorzuelo perredista, Carlos Navarrete, ex pesetista del (PST) lo entrevistan en televisión y habla de “su” chofer con ostentación. Esto es impensable para un izquierdista sin comillas. En fin, que la “izquierda” ahora se transmuta de color y ahora de amarillos pasaron a ser morenazos. Y en Texcoco esos morenazos ahora buscan la candidatura a la diputación: Alberto Martínez Miranda y Horacio Duarte. No se quieren bajar del fémur y los calcañales.
En Texcoco, el 3 de mayo de 2006, los antaño revolucionarios, los perredistas, pidieron el auxilio de las fuerzas estatales para reprimir a los floristas del Belisario Domínguez y a los ejidatarios de Atenco. El saldo fue de dos jovencitos muertos, decenas de mujeres violadas, 250 presos (manejan 220 presos oficialmente, pero no toman en cuenta a los chavitos y chavitas de Texcoco que fueron liberdos en los siguientes días de la represión), uno de ellos sentenciado a 112 años de prisión, dos a 67, nueve a 33 años de condena. Esta represión la comenzó y la preparó junto con el gobierno del PRI y del PAN, el partido de la izquierda con comillas.
Los gobernadores perredistas de Oaxaca y Chiapas tienen como medallas represivas las comunidades zapatistas y San Juan Copala. Y como joya de la corona, el 12 de diciembre, ante una movilización de estudiantes de Ayotzinapa Guerrero, el gobernador perredista Ángel Aguirre Rivero, “mando a limpiar la carretera” y sus genízaros lo hicieron con metralletas. Asesinaron a dos estudiantes Gabriel Echeverría y Alexis Herrera. El PRD, por supuesto, está protegiendo a “su” gobernador.
Y ya pacabar, Michoacán, el símbolo y emblema de los perredistas, fue derrotado vergonzosamente hace unos meses por los priistas.
Esta es ni más ni menos la cultura priista enquistada, incrustada, inoculada en la llamada izquierda con comillas.

Salvador Díaz Sánchez.

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