El mundo entero reconoce el origen del maíz en esta región del mundo y los investigadores, como el premio Nobel George Beadle, han aceptado que "a estos indígenas prehistóricos se les puede dar el crédito de haber producido el máximo cambio morfológico de cualquier planta cultivada y de haber adaptado el maíz al rango geográfico más amplio de las plantas cultivadas de importancia".
El propio gobierno lo difunde con orgullo en sus publicaciones como es el Calendario 2012, donde mantiene que México es reconocido como el centro de origen y domesticación del maíz.
En términos científicos, qué mejor que el Proyecto Global de Maíces Nativos que realizó la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio) para poner al día el conocimiento de la diversidad de los maíces nativos. Este proyecto reunió a 235 personas y 70 instituciones, el gobierno mexicano gastó más de 15 millones de pesos en su ejecución. Las conclusiones se resumieron en la revista Nature: "Algunas son: primero, un gran número de variedades de maíz aún están siendo cultivadas ampliamente en México; segundo, la diversidad en las variedades criollas de maíz es superior a lo que se creía que existía originalmente, antes del inicio del estudio (en particular de los estados del norte de México), y tercero, nuevas variedades criollas de maíz han sido identificadas y la diversidad dentro de las razas criollas es mayor de lo que antes se pensaba, y nuevas poblaciones de teocintle han sido identificadas".
A pesar de todo, el gobierno insiste en contradecir la evidencia científica para complacer a los promotores de los transgénicos. En diciembre del año pasado la Secretaría de Medio Ambiente puso a consulta el anteproyecto de Acuerdo por el que se determinan los centros de origen y los centros de diversidad genética del maíz, en el cual presentó un mapa de la República que dejaba aproximadamente 15 por ciento del territorio nacional fuera de la definición de centros de origen y diversidad genética del maíz en México, en las cuales se podría sembrar maíz transgénico. Las superficies que quedaron fuera se ubicaron en estados tan importantes por su diversidad como son Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Yucatán. No supimos qué pasó con este anteproyecto, pero siete meses después, ahora la Secretaría de Agricultura, pone a consulta un anteproyecto en el que sólo menciona ocho estados del norte del país en los que nuevamente se dejan estos manchones susceptibles a sembrarse con maíz transgénico.
La mayor parte de los comentarios vertidos a este anteproyecto reiteran la opinión de considerar en su totalidad el territorio de México. Unos cuantos productores de Coahuila y Chihuahua, algunos de los que firmaron el convenio con Monsanto para desarrollar el Proyecto Maestro Maíz y otros engañados, demandan tecnología –como productos milagro– para contender contra el cambio climático y el hambre; las empresas, enmascaradas en asociaciones cuestionan la metodología usada y rechazan la medida que decreta "salvaguardar los derechos del agricultor en forma prioritaria a los de propiedad intelectual, respetando sus usos y costumbres".
Por su parte, la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad indica que "las secuencias recombinantes de líneas transgénicas patentadas atentará contra un patrimonio biocultural comunal fundamental para México y el resto del mundo".
Investigadores internacionales insisten en que la diversidad de maíz en México debe ser considerada un patrimonio mundial. Han sugerido reclamar derechos sobre el conocimiento indígena de las compañías multinacionales que se han beneficiado de la diversidad de maíz en México y cuyas acciones los han puesto en peligro.
Sabemos que este debate ha llegado a Los Pinos y no es para menos, pues lo que está en juego es el manejo del cereal más importante hoy en el mundo. Las empresas semilleras trasnacionales, en particular Monsanto, quieren adueñarse de nuestro maíz.
Es el momento de establecer un acuerdo que defina la protección del territorio mexicano como centro de origen y de diversificación constante del maíz, retomando en su totalidad el estudio de la Conabio. De este modo México estará cumpliendo su responsabilidad de salvaguardar este patrimonio en favor de la humanidad y no en manos de intereses particulares.
Adelita San Vicente
* Semillas de Vida
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