Para algunos lo más prohibido es lo más deseado. Ganas de nombrar, ganas de mentar, ganas de criticar y desacralizar lo que otros tienen como límite. Existe una compilación de documentos escritos por Fray Servando Teresa de Mier compilados en un volumen, El heterodoxo guadalupano, bajo el sello editorial de la UNAM con un estudio introductorio de Edmundo O´Gorman. O´Gorman es un historiador que trabajó con en el concepto de "invención". Nunca la invención es de la nada, algún dato histórico debe haber, por vago o poco asible, pero la capacidad humana de imaginar, y construir lo imaginado en el plano social e histórico, hace que sea "inventada" una nueva realidad. Así fue "inventada" América. Y para poder cambiarla hay que comprender su "invención" y modificarla, tanto en la realidad como en la manera como la concebimos, la imaginamos y la reinventamos cotidianamente. Decía O´Gorman, en un aforismo, que a la hembra la hizo la naturaleza pero a la mujer la inventó el hombre. Podríamos decir que el feminismo y la lucha por la liberación de las mujeres (si es pleonasmo, disculpen) están reelaborando esa invención del hombre, para que aparezca una nueva concepción de la mujer hecha ahora por ella misma.
Pero regresando a El heterodoxo guadalupano, es un libro con una lección enorme: Cómo se elabora un dogma social, histórico, fundacional, y no se puede destruir fácilmente. En México, la creencia religiosa en la Virgen de Guadalupe, y en la leyenda de su aparición (el equivalente a las leyendas folklóricas de apariciones de la Virgen muchos países) tiene un arraigo profundo y complejo. Dentro del cristianismo, la Virgen recupera el lado femenino de la divinidad, excluido duramente en las religiones monoteístas (hebrea, cristiana, islam). Y se corresponde con la creencia en diosas, en el lado femenino de la divinidad, no sólo en la Mesoamérica prehispánica sino en muchos otros lugares.
El estudio introductorio, sumamente ameno, cuenta una historia tragicómica, al menos así me lo parece. Fray Servando Teresa de Mier es devoto en extremo de la Virgen de Guadalupe y la ensalza en sus sermones a tal grado que, de entre sus fieles, se acerca alguien que lo pone en contacto con un sujeto que tiene la teoría de que el cristianismo llegó a la América prehispánica. Es una hipótesis peregrina en todos los sentidos de la palabra: Santo Tomás (Quetzalcóatl), uno de los doce apóstoles, habría llegado a América, predicado el cristianismo con gran éxito y convertido a muchos indígenas, pero luego el Diablo deformó mucho de ello y quedaron solamente vestigios (por ejemplo, cruces, que los arqueólogos hoy explican como una representación de los puntos cardinales).
Por eso cuando llegaron los españoles, el cristianismo fue como sembrado en tierra ya preparada. Y el culto a la Virgen de Guadalupe se logró arraigar mejor porque ya tenía antecedentes.
Esta narración herética, tanto para la religión católica como para la historia, fue entusiastamente adoptada por Fray Servando quien la expuso en sus sermones atrayéndose un proceso de la Inquisición. Huyendo de ella, algo así como el CISEN o el FBI de su época, se fue a Europa, donde aprovechó para buscar en los archivos información sobre las apariciones de la Virgen de Guadalupe, ante la burla de los clérigos de allá que lo tildaban de ingenuo por creer en ese folklore. Al no encontrar nada que diera certidumbre histórica a su creencia, Fray Servando terminó por escribir un documento, que él pensaba sería su aportación al México independiente, pues entre tanto la lucha iniciada por Hidalgo y Morelos había concluido con la independencia.
Cuando llegó al Congreso constituyente mexicano independentista, Fray Servando llevaba su regalo, un documento sobre la inexistencia histórica de la Virgen de Guadalupe. El Congreso lo recibió como héroe precursor de la lucha por la independencia, y el fraile aceptó el homenaje, bajo dos grandes iconos: la bandera verde, blanca y roja y una imagen de la Virgen de Guadalupe. Comprendió que sería un escándalo y que no sería creída su explicación histórica, así que no la leyó, improvisó otro discurso sobre la independencia y calló su heterodoxia desarrollada en el exilio.
Desde el nacimiento de México, tenemos temas tabú, y quien los toca recibe como un boomerang el golpe del rechazo social. Hay una necesidad humana de creencias, quienes se vuelven ateos sustituyen la creencia en Dios y una providencia por otra versión (aparentemente laica y científica) como la idea de progreso, el desarrollo, la dialéctica de la historia, el determinismo económico, geográfico o racial, las teorías de la conspiración, las religiones exóticas (como la creencia en visitas de extraterrestres) y también en los héroes (el nombre mismo es de origen religioso, los héroes eran semi-dioses). Son tabú, no se les puede desacralizar ni criticar, y quien lo hace es duramente reprendido o desprestigiado, como si fuera el hermano Karamazov que en público renegó de su padre.
Una locutora del puerto de Veracruz, Marijose Gamboa, estaba a punto de leer una nota de agencia que informaba de que algunos historiadores desmitificaron a Robin Hood, no era como la leyenda decía. Se negó a leerla, aduciendo que había dejado de creer en demasiadas cosas, pero en Robin Hood no, era demasiado.
En México, el proyecto de sustituir las creencias religiosas tan extendidas entre la población por "héroes" cívicos fue iniciado sobre todo por el liberalismo y especialmente por el positivismo, ideologías fundadoras de una especie de religión de estado, "laica, científica y gratuita". Sobre esa ideología han bordado sus doctrinas e ideologías partidos, políticos, gobernantes y sus propagandistas. José López Portillo, por ejemplo, casi se creía Quetzalcóatl. Rius se sintió en la necesidad de refutarlo con sus monos en un libro titulado "Quetzalcóatl no era del PRI".
El desprendimiento del PRI que iniciaron con Cuauhtémoc Cárdenas como "líder moral" y hoy encabeza López Obrador ha tomado también elementos de ese tipo. Se presenta como heredero del liberalismo y de la Revolución Mexicana, retomando el nacionalismo revolucionario que el PRI fue abandonando conforme su neoliberalismo lo "emPANizó".
Y con ese andamiaje mitológico tiene que enfrentarse quien quiera que critique a los nuevos "líderes morales" del momento. Cuando Ricardo Rocha criticaba al recién electo Vicente Fox recibía muchos mensajes amonestándolo porque Fox era un nuevo Hidalgo o Juárez que no debía ser criticado, era el San Jorge que había castigado al dragón priista.
Hoy la izquierda mexicana reviste con ese tipo de oropeles a AMLO. No ven al de carne y hueso, sino al creado por los publicistas, diseñadores de imagen, columnistas oficiosos. Criticarlo puede atraer el castigo de campañas de linchamiento incluso, como las que Jaime Avilés impulsa contra los críticos de su jefe, por ejemplo, en su momento contra Marco Rascón. Los zapatistas pagaron caro el atrevimiento de decir algunas verdades sobre AMLO en 2005 y 2006 (aunque su rompimiento con la izquierda electoral viene desde 2001, pero nadie lo quería ver).
Los zapatistas se convirtieron en los hermanos Karamazov mexicanos, bajo el fuego de columnistas y caricaturistas lópezobradoristas orgánicos como Rodríguez Araujo (bastante deshonesto en sus argumentos, al ocultar la parte en la que las críticas a AMLO tienen razón) y los panfletos de El Fisgón.
Al igual que la heterodoxia de Fray Servando Teresa de Mier, una valoración crítica de AMLO y sus publicistas tendrá que aguardar mejores tiempos. Por el momento hasta Anonymous pone por delante el cortoplacismo electoral y posterga una investigación seria del candidato.
El contexto electoral es nada propicio para una valoración ponderada. La izquierda electoral actúa con el mismo partidarismo que el PAN, el PRI o el apasionado incha de un equipo de futbol. Responde como cuando AMLO criticaba acremente la corrupción de Felipe Calderón: ¿Dónde está un documento firmado por Calderón para probar su responsabilidad?
Cuando la resaca electoral pase, quizá algunos vean la necesidad de corregir el análisis de la realidad. Ojalá no sea una respuesta tan acrítica como cuando se desinfló la burbuja electoral de neocardenismo.
Javier Hernández Alpízar
No hay comentarios:
Publicar un comentario