Precedidos siempre de la acción, antes que la palabra hueca de la clase política, este singular desfile de columnas de los mayas zapatistas que sin excepción, incluyendo niños, subieron –con el puño en alto– a tarimas situadas frente a los palacios de gobierno de las cabeceras municipales tomadas y flanqueadas por la bandera nacional y la rojinegra de esta organización, ratifican con este hecho simbólico quiénes son los que mandan y protagonizan esta lucha que cumple 19 años de hacerse pública y que ha estremecido al mundo de la emancipación y las rebeldías.
La reaparición del EZLN el 21 de diciembre en Chiapas y los comunicados del Comité Clandestino Regional Indígena-Comandancia General de los días siguientes constituyen una demostración de la fortaleza de este movimiento surgido de la imbricación de las luchas de liberación nacional en América Latina –que se desarrollan después del triunfo de la Revolución Cubana el primero de enero de 1959– con el mundo indígena, matriz civilizatoria de la nación mexicana que ha prevalecido pese a los intentos de los poderes oligárquicos de todos los signos políticos por borrarlos como pueblos con identidad, cultura y gobiernos propios. Las experiencias de la nueva autonomía que se han establecido en territorio de hegemonía zapatista marcan la diferencia de la nueva era, en la que los pueblos viven en la dignidad de una forma de expresión del poder popular, sin burocracias ni mediaciones.
Trascendentes y frescos, en este desierto de la política mexicana y global, resultan los comunicados zapatistas, con el sesgo peculiar que imprime el SCI Marcos a los documentos de la organización, que constituye, en sus términos, la mejor prueba de vida que una foto o un video: palabras directas, sin rodeos ni significados ocultos de agendas-electorales-de-por-vida, que desnudan al poder tal cual es, estructuralmente violento-explotador, sin rostros humanos y capacidades reformables; caracterizaciones precisas de las fuerzas políticas principales del país: el panismo, a través de la “Carta del SCI Marcos del EZLN a Luis Héctor Álvarez Álvarez”, la izquierda institucionalizada y el priísmo con sus descripciones de los conocidos personajes que ahora gobiernan, con sus asesinos, cómplices del crimen organizado, e izquierdistas listos para actuar en tierra abonada por el clientelismo y el corporativismo de los partidos, y los que quieren serlo a costa del erario. Especial mención en estos comunicados que fundamentan la reaparición zapatista es para quienes, desde la izquierda acotada, en palabras del Sub: “ayer nos calumniaron primero y quisieron acallarnos después… Incapaces y deshonestos para ver que en sí mismos tenían y tienen la levadura de su ruina, pretendieron desaparecernos con la mentira y el silencio cómplice… Seis años después, dos cosas quedan claras: ellos no nos necesitan para fracasar. Nosotros no los necesitamos para sobrevivir”.
Además del análisis en torno a las fuerzas políticas y la coyuntura que marca esta reaparición del EZLN, sons de interés primordial para las luchas antisistémicas mexicanas las acciones a desarrollar por su dirigencia en el futuro próximo, de las cuales destaco la que me parece más estratégica, necesaria y oportuna: reafirmar y consolidar la pertenencia al Congreso Nacional Indígena (CNI), con toda justeza considerado el espacio de encuentro con los pueblos originarios de nuestro país. El CNI fue fundado en el marco del diálogo entre el EZLN y el gobierno federal que llevó a la firma de los irrespetados acuerdos de San Andrés y fue el resultado, asimismo, de los debates de todas las organizaciones indígenas para dar coherencia nacional a su movimiento por la autonomía y las resistencias anticapitalistas. En la actual ofensiva de las corporaciones capitalistas contra los pueblos, apoyadas por el régimen de partidos de Estado, para despojarlos de sus territorios y sus recursos, es vital la presencia de los mayas zapatistas con el propósito de unificar esfuerzos, compartir experiencias y consolidar estrategias comunes.
También son sumamente importantes las decisiones en torno a retomar el contacto con los adherentes de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona en México y en el mundo; la construcción de puentes necesarios hacia los movimientos sociales que han surgido y surgirán; con individuos y grupos, en México y en el mundo, que aún mantienen su convicción y compromiso con la construcción de una alternativa no institucional de izquierda; el mantenimiento de la distancia crítica del EZLN frente a la clase política mexicana que, en su conjunto, no ha hecho sino medrar a costa de las necesidades y las esperanzas de la gente humilde y sencilla.
Seguramente, con esta reaparición vendrán también las críticas y los sesudos análisis antizapatistas ya conocidos. Sin embargo, éstas son las acciones y las palabras de los que no claudican, no se venden ni se rinden.
Gilberto López y Rivas
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