El grupo salinista había dicho que estarían en el poder por sexenios. Se consideraban a sí mismos una elite modernizadora que al fin había sacado al país, por lo pelos, de las arenas movedizas del subdesarrollo para dejarlo instalado en el primer mundo: el TLCAN. Se creían el análogo mexicano de Gorbachov. Y Carlos Salinas de Gortari no estaba solo, ni siquiera con su hermano, el ex inquilino del penal de Almoloya que salió libre por “inocente” y sin deseos de pleitear legalmente con quienes lo encerraron “injustamente”. Estaban con Carlos Salinas: Colosio, asesinado y vuelto la oveja negra del priismo, lo han convertido post mortem en un mártir de la democracia, pese a que como presidente del PRI fue corresponsable de los fraudes contra el PRD en el sexenio salinista. José Francisco Ruiz Massieu, asesinado cuando los “demonios andaban sueltos”, por cierto jamás nadie volvió a los demonios al encierro, hoy son más libres ellos que nosotros. Ernesto Zedillo, más represivo que Salinas, con masacres en su haber como Acteal y otras en Chiapas y en Guerrero. Pedro Aspe Armella, el encargado de las finanzas salinistas, y en alguna ocasión posterior, asesor de gobierno perredista de Ebrard. Y ya que llegamos a Ebrard, estaba en ese gabinetazo salinista Manuel Camacho Solís, encargado de negociar con las izquierdas inconformes, ya sea con los zapatistas, que rechazaron sus limosnas en 1994 y decidieron seguir en rebeldía, y lo mismo con las marchas- éxodos de Tabasco encabezadas por López Obrador, que luego hizo de Camacho Solís uno de los coordinadores de su movimiento electoral, y de su segundo de a bordo, Marcelo Ebrard, su policía, su sucesor y el representante de su proyecto de gobierno desde la alcaldía del DF.
Como puede verse, el salinismo no se fue. Su máxima creación, Carlos Slim es el hombre más rico del país, del continente y posiblemente del mundo. Su proyecto de país está incluido en los proyectos alternativos de nación de López Obrador, y fue uno de los beneficiarios de los gobiernos del PRD en el DF, junto con los demás empresarios herencia del salinismo, WalMart y demás franquicias, Televisa y los poderes fácticos que se han engullido la ciudad de la esperanza y regurgitado la ciudad de la represión contra los opositores a EPN.
De hecho, Peña Nieto era uno de los compañeros de inauguración de obras de Ebrard y uno de los invitados que el entonces delfín de AMLO tuvo el descaro de invitar, en 2008, a la conmemoración del 40 aniversario del movimiento estudiantil de 1968. El Carnicero de Atenco, como lo llamó una excelente periodista de los medios libres, estuvo en la inauguración de una exposición de fotos en el marco de las actividades con las que el GDF- PRD se pretendía erigir en heredero del 68 mexicano. Luego, el GDF ha hecho costumbre conmemorar los 2 de octubre reprimiendo y encarcelando a jóvenes manifestantes, especialmente anarquistas. Algo que algunos despistados descubrieron apenas con la represión del 1 de diciembre pasado. Pero si leen la cercanía de Ebrard y Peña, y los antecedentes represivos del GDF contra las manifestaciones de apoyo a Atenco de la Otra Campaña, contra el plantón de la APPO, el de Copala, los opositores a la Supervía y a otras megaobras que afectan a barrios y comunidades rurales del DF, a los bomberos que pedían simplemente herramientas para trabajar y las represiones contra otras movilizaciones estudiantiles y juveniles: no hay sorpresa, el GDF- PRD defiende a los poderes establecidos, como siempre.
De manera que los salinistas no se fueron nunca. Su proyecto de nación lo siguieron impulsando Fox y Calderón, los gobiernos estatales panistas, priistas y perredistas por igual, mientras incubaban, en Atlacomulco y en la gubernatura del Estado de México, el huevo del dinosaurio para retomar las llaves de Los Pinos, que como una papa caliente le dieron en relevo al PAN en 2000 y 2006.
Otras herencias del salinismo: La editorial Cal y Arena y el armar caballeros defensores de su triste figura al grupo de Aguilar Camín, Nexos, donde se han cocinado los libelos contra el zapatismo y contra las Abejas de Acteal, y en defensa de los paramilitares de Paz y Justicia (Paz y Sabines, como un amigo decía en broma muy acertada), en complicidad con Ricardo Raphael, el CIDE y ciertos abogados evangélicos de cuyo nombre no quiero acordarme. Antes la defensa legal de esos paramilitares había corrido a cargo de abogados del PFCRN, otra criatura del salinismo que sobrevive por ahí, con dineros del erario.
Y un partido que fue fundado con la venia y el consejo de Salinas. El PT (Partido del Trabajo), formado inicialmente por ex compañeros, como Alberto Anaya, de la época maoísta de los salinas. Cuauhtémoc Cárdenas se quejó de que ese partido fue creado solo para quitarle votos. Salinas le dijo a su fundador: “necesitamos un partido de izquierda”, y ya tienen al menos tres. Todo esto daría para un libro que se llamara algo así como “El salinismo en las cañerías”, pero no lo financiarían los salinistas ni lo firmaría una de las plumas mercenarias del grupo Nexos.
De manera que los salinistas no se fueron nunca. Siguieron gobernando, haciendo negocios, influyendo en la política, recibiendo visitas de gente como Rosario Robles y Ahumada, que buscaban dinero para financiar la deuda del PRD, contraída por andar promoviendo en Televisa y otros medios la figura candidateable de AMLO.
Los salinistas estaban ahí: En el PRI que incubaba su huevo, en sus desprendimientos de sus agentes que fungieron como líderes de la oposición electoral con el eterno candidato López Obrador, en el proyecto que no cambiaron sino profundizaron desde la silla presidencial Fox y Calderón. En la corrupción y la subcultura del fraude, el engaño, la desmemoria y la fabricación de teorías de la conspiración contra sus enemigos. Ahí estaban el brazo derecho del proyecto en el PRIAN, el brazo izquierdo en líderes como Camacho, Ebrard y los intelectuales salinistas, y en el centro y fiel de la balanza: Carlos Slim, el gran elector. Estaban, culturalmente hablando, en los intelectuales beneficiarios del salinismo, quienes jamás han dejado de ser consentidos del presupuesto y los flashes, bajo derechas e izquierdas.
Cuando se mira la historia a la luz de hechos comprobables públicamente, consultables lo mismo en Wikipedia que en notas dispersas de La Jornada, sorprende ver cómo periodistas (aparentemente) sin brújula como Sanjuana Martínez y Julio Hernández Astillero reprochan a los zapatistas el no sumarse a una de las dos ramas del salinismo y su liberalismo social que han venido compitiendo por la gerencia del negocio. Lo que habría que preguntarse es: ¿por qué la izquierda rindió y entregó un proyecto de partido opositor a los ex priistas y ex salinistas que han terminado gobernando bajo su logo? Y asombrarse de que algunos articulistas de esa izquierda supuestamente crítica ni siquiera hayan leído las primeras planas del diario donde escriben, entregadas a EPN en plenos días de consumación de la imposición. Y cuestionarles: ¿tienen algo que ver las posturas antizapatistas de sus columnas con las gacetillas en su periódico del ex gobernador de Chiapas Juan Sabines y las actuales de Manuel Velasco Coello?
Y como el EZLN a los salinistas, también el grupo que regresó a Los Pinos podría decir a los zapatistas: “Los conocemos: ustedes fueron los que nos tiraron el teatrito primermundista con su declaración de guerra en 1994; ustedes son los que han resistido a nuestra guerra de contrainsurgencia todos estos años, no solo sin la ayuda de la izquierda electoral sino con la complicidad de ésta de nuestro lado; ustedes son de quienes nos quisimos vacunar sembrando la teoría de la conspiración de que nosotros los creamos (difundida con ayuda de gente como Julio Hernández), ustedes son quienes nos incomodan porque no se rinden, no se venden y no olvidan. Ustedes son nuestros enemigos más peligrosos, sobre todo ahora que ya domesticamos a todos los partidos con canonjías y pactos. Ahora que la izquierda supuestamente radical que nos copiaba proyectos y cadidateaba a nuestros ex militantes ha aceptado las reglas del juego: se compite, y solo cuando el gran elector quiere, se gana, pero si no ocurre, se guarda compostura (“sin romper un solo cristal”). Ahora que los demás ya se resignaron, nos quedan ustedes enfrente.”
Algo como eso podría decir el salinismo al EZLN, pero, al igual que el CEN del lópezobradorismo, no lo dirá con palabras; lo dirá con sus paramilitares en Chiapas, con la guerra contrainsurgente, mientras que sus voceros hablan de diálogo y reconciliación y “extienden la mano”: ese tipo de pantomimas que solamente despistados como los Amlonimous México se tragan.
Javier Hernández Alpízar.
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