Frente a una crisis estructural del sistema educativo encontramos diferentes expresiones del mismo caos: una rectora imposibilitada para ocultar la hipocresía de querer tecnificar los estudios humanistas en la UACM. Un movimiento estudiantil en el Poli que busca respuestas a demandas justas y, últimamente, el caso de los normalistas en Michoacán. Mismos rostros del mismo abuso, de la propaganda oficial que busca denostar la verdadera búsqueda por mejorar la educación. Con el nombre que se guste colocarles, Fausto Vallejo, Esther Orozco o Córdova Villalobos, encarnan la intolerancia hacia la disidencia, son demiurgos expertos en convertir reclamos válidos de la sociedad en puros rezongos vandálicos.
Lo acontecido en Michoacán (desalojo, detenidos, golpeados) es una cátedra de resistencia. No quieren asumir las clases de inglés porque saben bien que implica la sumisión de nuestro propio idioma. Ojalá se esmeraran las autoridades en instaurar un conocimiento de nuestra propia lengua en lugar de buscar introducirnos al mundo del mercado colonial para ser sirvientes (incluso lingüísticos) de nuestros explotadores. Podrán refutar esta idea al mostrarme los libros de textos de la SEP en idiomas originarios, puedo responder que ese proyecto es una basura y lo saben los hablantes de lenguas indígenas, solamente basta conocer un poco de la cultura mixteca para saber que existen, al menos, 3 variantes distintas del mixteco, por tanto el libro de la SEP es obsoleto para la mayoría de las comunidades.
La otra exigencia principal, la rotunda negativa a las evaluaciones de competencia, es fundamental. ¿Quieren que compitan? Esos juegos de violencia no construyen procesos de paz, competir para ganar, cuando el único triunfo lo obtendrá quien se mueva mejor dentro de corruptelas y apadrinamientos, es motivar a la nulidad del esfuerzo propio. Compiten los atletas, no los académicos y quien considere los espacios del conocimiento como plataformas de superación no es algo malo, lo terrible viene cuando el éxito es aplastar a otros.
El clamor de los normalistas es encomiable, por tanto, no puedo aprobar las violentas acciones ejercidas en su contra. Son incongruentes los discursos de conciliación con los actos de opresión, espero que la solución sea un diálogo inteligente. Tanto barbarismo pareciese ser el reflejo más inexacto de la alta educación que las autoridades presumen tener. Los educados en estos tiempos son los que luchan por mejorar el turbio panorama.
J. Fernando García Arellano
No hay comentarios:
Publicar un comentario