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viernes, 28 de enero de 2011
Los acusados de Radio Ñomndaa
El poder se concentra en una red de circuitos legales y extra-legales para que el uso de la fuerza permita mantener en alto los niveles de seguridad…de los ricos. Las relaciones sociales que sustentan el “imperio de la ley” unas veces son de colusión y otras de imposición autoritaria. No es casual que en las primeras figuren las élites económicas, políticas, culturales, académicas y en las otras los movimientos populares. Los poderosos se garantizan entre ellos su propia seguridad y “la ley y el orden” son para los que tienen una perspectiva diferente de la organización clasista de la sociedad. En este sentido, los dueños del poder político y económico plantean la ecuación de que a más poder, más seguridad garantizada; por ello, la tendencia a la concentración de los mecanismos estatales y paraestatales de fuerza es el correlato del discurso constitucionalista de corte liberal-burgués que sueña con un día amanecer transformado en un bicho fascistoide, pero con todo y la ley que lo legitime. No estamos nada lejanos de esto. Nos han adoctrinando a entender que mientras más subordinación admitamos, estaremos más seguros. Los poderosos van cerrando la pinza porque les apetece todo: fuerza de trabajo, medios de producción, mercancías, recursos naturales, congresos, oficinas de ejecutivos federales y estatales, munícipes, salas electorales, salones de justicia, jueces, magistrados, ministerios públicos, peritos, agentes investigadores, docentes, policías, procuradores y militares, entre otros engendros de la democracia burguesa. Hobbes, el santo patrono de toda esta progenie, comprendió bien que dentro del procedimiento de empoderamiento burgués era preciso establecer las categorías de complejidad ilimitada y de impredecibilidad de los riesgos, cuya suma nos daría el factor miedo. Así, este componente de la farsa democrático-burguesa-electorera-partidista representa en nuestros días la piedra filosofal del porvenir capitalista. La gran paradoja de la administración pública del miedo tanto de derechas como de pseudoizquierdas en el poder consiste en la creación del miedo para combatir al miedo mismo. Los movimientos sociales y populares tendrían que ser los principales deudores de los saldos negativos de dicha paradoja. Los pobres han sido, son y seguirán siendo el grave dolor de muela dentro del festín de los ricos. Tienen que pagar. -A los clasemedieros, por su parte, se les despacha regalándoles una que otra tarjeta de crédito. Por eso la maquinaria del miedo debe dirigir sus disparos hacia aquéllos: matarlos, desaparecerlos, encarcelarlos o convertirlos en rehenes del archivo jurídico. Dentro de este contexto, a los compañeros de Radio Ñomndaa se les ha seleccionado para formar parte del dispositivo público de administración del miedo: falsas acusaciones, con falsos testigos, pero con verdaderos procesos judiciales y sus respectivas sentencias, son el conglomerado sin el cual la administración del miedo no tendría razón de ser. Hoy, cuando ya casi amanece, la metamorfosis kafkiana del engendro fascistoide es un hecho cada vez más consumado. El control constitucional del poder es tan sólo una cajita feliz de mcdonalds.
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