lunes, 26 de septiembre de 2011

El dolor de las víctimas, la indiferencia del poder

México y la sociedad mexicana se encuentran en medio de una encrucijada: o permitir que se continúe el proceso de aniquilamiento del tejido social o parar la guerra sin sentido que Felipe Calderón y la clase política en su conjunto le han declarado a los mexicanos.
Aquí no hay vuelta de hoja. Lo fundamental de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, que salió de Cuernavaca, Morelos, el pasado 4 de junio y llegó el día 11 a Ciudad Juárez, Chihuahua, fue que logró visibilizar a cientos de familiares de víctimas que, con una gran valentía, rompieron el laberinto del miedo y se presentaron en las plazas públicas para denunciar, no a tal o cual sector del narcotráfico sino al Estado mexicano y a sus instituciones. Ya sea porque ellos fueron los directamente responsables de su pena, ya sea porque no han hecho nada para remediar la situación, con lo cual se hacen cómplices de los que cometieron el delito, o ya sea porque después de denunciar el asesinato o la desaparición de algún familiar, quien lo hace ha sido asesinado o desaparecido, con lo cual, una vez más, se evidencia la total simbiosis entre el crimen organizado y el crimen desorganizado que representa el Estado mexicano.
Esos familiares que salieron a la plaza pública a contar su dolor, a transmitir su angustia y a dar a conocer su tragedia, al hacerlo, se estaban convirtiendo en actores de la reconstrucción popular de México. Casi siempre se trataba de familias de pobres o de clase media baja, porque la muerte también tiene preferencia por los pobres. Casi siempre fueron mujeres las que hablaron, las que con lágrimas en los ojos conmovieron a todos los que escuchábamos. No era el tradicional mitin político —con excepción quizá de Morelia— en el que suceden siempre dos fenómenos: el orador habla para la historia, con palabras grandes aunque huecas, y nadie o casi nadie, presta atención. No, aquí nos contaban su pena, platicaban con nosotros, nos dejaban entrar a su casa y ahí nos narraban lo que les había sucedido.
Y siempre una pregunta cruzaba la mente de los que hablaban y de los que escuchábamos: ¿Por qué? ¿Cuál es la razón para tantos muertos y tantos desaparecidos?
La guerra de Felipe Calderón
“Para Schmit, aquello que defi nía al Estado era el monopolio del jus belli: ‘la posibilidad de hacer la guerra y, por lo tanto, de disponer abiertamente, con frecuencia, de la vida de los hombres’. Y el Estado totalitario pertenece a la época de la guerra total: ‘La esencia de cada cosa es la guerra. La naturaleza de la guerra —escribía Schmit en 1937— determina la naturaleza de la forma del Estado en su totalidad’.” (Enzo Traverso: El totalitarismo: historia de un debate)
Con la guerra a la que se lanzó Calderón, ya se ha insistido, éste buscaba una legitimidad que, por cierto, no ha podido alcanzar. Lo que no pudo conseguir en las urnas buscaba encontrarlo en una guerra, que le permitía verse a sí mismo como un pequeño dictador. Por eso no fue de gratis la famosa foto en la que se disfrazó de soldado. Esa foto refleja el sueño acariciado secretamente por mucho tiempo por un hombre de derecha que, de ninguna manera, puede ser considerado democrático. Si el resultado de todo esto no ha sido más terrible es debido a que su carencia de legitimidad es tan absoluta como absoluto es el poder que quiere ejercer.
Pero la verdadera guerra no fue la que supuestamente se declaró en contra del crimen organizado, ésa fue el pretexto. De lo que se trataba era de sacar al ejército y a los marinos a las calles y buscar romper el tejido social que, durante años, había venido construyendo el pueblo mexicano. Por lo que se pudo ver en la Caravana, la mayoría de los muertos no son resultado de pugnas entre los cárteles de la droga, como han dicho irresponsablemente las autoridades, ni se trata de miembros del crimen organizado abatidos por los “valientes” soldados.
Estamos hablando de ciudadanos, de hombres, mujeres, ancianos y niños que han sido convertidos en objeto de guerra. De una guerra que lleva ya más de 45 mil muertos y cerca de 18 mil desaparecidos.
¿Cuántos de esos muertos o desaparecidos son miembros del crimen organizado? Entonces, si no se está mermando el poder del crimen organizado, si la producción de enervantes no disminuye, si el consumo de los mismos va en ascenso y llega cada vez más a la niñez, entonces, ¿cuál es el balance que debemos sacar de esta guerra?
Para algunos puede ser exagerado hablar de Felipe Calderón o del Estado mexicano como totalitarios. Se nos podría argumentar: pero existe la división de poderes, que la gente puede ir a las urnas libremente, que los medios de comunicación no son estatales, que existe la libertad de crítica en los diarios nacionales… ¿cómo, entonces, se puede pensar que se trata de un régimen totalitario?
El contra argumento más demoledor a todo esto, aparte de rebatir punto por punto, es el siguiente: No existe la posibilidad en todo el país de poder caminar por las calles a la hora que uno quiera. Y perdón, pero si después de las 20:00 horas uno no puede circular por las calles de Durango, Saltillo, Morelia, Zacatecas, Guadalajara, Monterrey, Tijuana, cualquier ciudad de Tamaulipas, Torreón, Chihuahua y Ciudad Juárez; si, después de esa hora, estamos frente a ciudades fantasmas; si la gente se refugia en el hogar para rogar que no vaya a ser atacada en el mismo lugar donde vive; si el concepto de comunidad, colectivo, banda, barrio, familia está siendo destruido desde el poder, ya sea directamente o ya sea por complicidad u omisión… hablar de democracia en México es otra mentira genial.
Y esto se refleja en todas las instituciones de poder. Es verdad que formalmente están separados los tres poderes, incluso que a veces se favorece a un poder sobre otro. Es verdad que la población puede ir a las urnas y “nombrar” a sus gobernantes. Es verdad que los medios de comunicación no son estatales y que algunas veces hasta se pueden deslindar del poder o permitir que salgan en las pantallas personalidades supuestamente democráticas.
Pero lo que también es verdad es que existe un mínimo común denominador entre todos estos elementos que explica el porqué la democracia es todavía una asignatura pendiente. Ese mínimo común denominador es que todas las instituciones sirven a los grandes señores del dinero, tanto nacionales como internacionales. Ese mínimo común denominador explica que todos los medios de comunicación, tanto los estatales como los del gran capital, posean un código en común que les permite veleidades críticas y, al mismo tiempo, ser los sostenedores del poder. Ellos se arrogan el derecho de decir quién de los que se mueven es bueno, eso sí, no hables de la desmilitarización porque entonces te tratan como grupo de choque o como narcozapatista. Ellos han construido ese denominador común después de muchos años, después de haber superado los 70 años del PRI.
Se trata de una nueva versión del sistema de partido de Estado, nada más que ahora existe un subconjunto: tres partidos políticos “grandes” y cuatro bonsai que no representan los intereses de una clase social subalterna, sino los intereses de los más ricos y poderosos y, sobre todo, de un funcionamiento político que les permite generar una gran ilusión: la alternancia en el poder. Alternancia que se ha demostrado hasta la náusea, ya sea a nivel federal o estatal o municipal, que no significa otra cosa que más de lo mismo. Este sistema de partido de Estado con tres caras es aún más monstruoso que el anterior. Por eso, con perdón de los que tienen ilusiones, no hay posibilidades de que se lleve un cambio en el terreno de las elecciones.
Parar la guerra: el imperativo categórico
“El pasado viernes 17 de junio, en la ciudad de Jalapa, Veracruz, se dio a conocer la noticia en medios de comunicación escritos y electrónicos, de la muerte de once personas presuntamente vinculadas con la delincuencia organizada, en un retén del ejército mexicano ubicado en la carretera Federal Jalapa-Veracruz a la altura del 63 Batallón de Infantería, municipio de Emiliano Zapata.
“Tres trabajadores de la empresa Construcciones Santa Clara, uno de ellos Joaquín Figueroa Vásquez, mecánico diesel de la empresa, que acompañaba al ingeniero y al laboratorista, regresaban de trabajar a bordo de una camioneta Mitsubishi de color blanco, al llegar al retén de Lencero, les marcaron el alto.
“Lo siguiente que conocemos es que los tres fueron asesinados y presentados como delincuentes por la representación militar y civil, sus cuerpos presentaban huellas de tortura evidente, varios disparos por la espalda y el tiro de gracia. Al momento de su presentación, fueron acomodados en el interior de una camioneta color negro junto con el cuerpo sin vida de otra persona y fotografi ados con armas de alto poder sembradas.
“La versión ofi cial dice que se desarrollaba un operativo, que actuaba en persecución de delincuentes desde El Tamarindo y que, al llegar al retén militar, hubo un enfrentamiento a balazos con el saldo de once sicarios muertos y ocho detenidos.
“Tal versión presenta inconsistencias, si el supuesto enfrentamiento se da al marcarles el alto y resultan muertos, ¿cómo llegaron a otro vehículo? ¿Por qué la camioneta no presenta impactos de bala? ¿Por qué los cuerpos tienen tiros por la espalda? ¿Y el tiro de gracia? ¿Y la tortura?”
Lo que está narrado líneas arriba se convierte en paisaje cotidiano en tierras mexicanas. Paisaje de muertos y desaparecidos. De gente a la que su honor como trabajador se le ve mancillado al quererlo ubicar como parte del crimen organizado. Dos muertes, la muerte física y la muerte de tu nombre. Te matan dos veces. La familia comienza un arduo y difícil trabajo: desentrañar quién y por qué lo mataron y tratar de lavar su nombre, contra los medios de comunicación que se solazan contando toda esa inmundicia. Dos veces asesinado por el delito de ser trabajador y circular por las carreteras. Por los retenes militares y por los medios de comunicación.
La guerra de Calderón está llevando a una situación límite al pueblo mexicano. Es verdad que existe mucha tristeza en los testimonios de los familiares de las víctimas. Es verdad que existe mucho miedo cuando se cuenta la verdad de lo que sucedió con las víctimas. Es verdad que, en muchos lugares, se habla en voz baja. Pero es innegable que también existe rabia. Rabia por no saber la razón para que eso les pasara a sus víctimas. Rabia porque siempre hay una historia que involucra al poder como delincuente directo o como cómplice y solapador de los criminales. Rabia frente a la desolación. Esa rabia es la reacción natural de los que sufren frente a una injusticia. Es verdad que es fundamental el consuelo (convivir con la soledad del otro), pero también es fundamental entender que existe rabia y que esto no es producto de un grupúsculo político, sino de lo apabullante de una realidad tan llena de agravios.
El “estamos hasta la madre” fue una especie de “ya basta” del 2011. Y no sólo revelaba el dolor de un padre sino el sentimiento profundo de centenas de miles de mexicanos que ya no pueden más. Y que no esperan nada del poder, lo único que quieren es construir una fuerza social de tal dimensión que permita parar la guerra.
Parar la guerra. No entenderla o comprender la dificultad de que esto suceda, sino parar la guerra.
El desarrollo de una movilización que no se preocupe por tratar de ponerse en el lugar del que la inició, sino siempre anclada a las víctimas, preocupada de su suerte después de que se atrevieron a hablar en público, porque la rabia pudo más que el miedo.
Preocupada por generar mecanismos organizativos que permitan un proceso de autoorganización social.
Lo que está en juego en esta movilización no es lo que algunos irresponsables pueden pensar: la revolución socialista. Pero tampoco lo que otros irresponsables pueden pensar: la reforma política.
No es problema hacer una mesa de discusión con el gobierno o llamarle diálogo, en tanto Felipe Calderón es el jefe supremo de las fuerzas armadas. El problema es para qué se realiza ese diálogo y quién es el interlocutor. Si se piensa que el interlocutor fundamental es Felipe Calderón y la clase política se cometerá una equivocación. Si se busca que el diálogo le dé seguridad a las víctimas para que rompan su silencio y denuncien lo que les ha sucedido, si se trabaja para voltear la mesa y dialogar entre sí para ir conformando un sujeto social específi co que se dirige a la nación con una fuerza moral, en tanto no se aparta de su objetivo fundamental: parar la guerra, entonces, el diálogo, ni duda cabe, tendrá una fuerza arrolladora.
El diálogo no puede ser visto como un evento que muere al día siguiente que sucede. Ése es el objetivo del poder. Si es necesario tragarse unos cuantos sapos oyendo a algunas víctimas, ni modo. Pero luego se pasará a lo que al señor Calderón le interesa: tratar de que la movilización siga una política de barandilla, al cabo que prometer, recibir o investigar no empobrece.
Y luego, tratar la reforma política. Ahí les explicó que él ya pidió un periodo extraordinario a las dos cámaras del poder legislativo y que ya no está en sus manos, que se dirijan al Congreso. Entonces se hizo un segundo diálogo un tanto cuanto inútil. Los diputados y senadores pueden incluso llegar a decir sí. ¡No hay problema! Pasar la reforma política de Calderón con algunos cambios, no signifi ca nada para la democracia en México: ¿candidatura ciudadana, cuando existe el SNTE, el sindicato petrolero, la CNC, Morena?
¿Revocación del mandato, cuando se pueden cubrir y hacerlo por medio de una consulta telefónica, como lo innovó López Obrador en la Ciudad de México, dejándole a Carlos Slim su organización, claro, a cambio de una feria? ¿Iniciativa ciudadana, después de lo que hicieron con los Acuerdos de San Andrés que ha sido la más auténtica iniciativa ciudadana de la historia de México?
Se puede o no se puede ir a un diálogo. El problema no es la palabra, sino la concepción y el objetivo. Se pudo ir a un diálogo con el gobierno en San Andrés y utilizar el espacio para denunciar lo que era la política de desprecio, represión y muerte a la que estaban condenados los pueblos indios de México. Y avanzar en la construcción de un sujeto social organizado.
Se puede ir a un diálogo con el gobierno con el objetivo de denunciar y promover el castigo en contra del Estado mexicano. Con el objetivo de parar la guerra.
La desaparición forzada el peor de los crímenes
Con la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, también llamada del Consuelo, se pudo entrar en contacto con lo que signifi can los nuevos tipos de desaparición que se han estado implementando en México. En el lenguaje periodístico se les llama levantones. La desaparición de las personas fue calificada por la Organización de Naciones Unidas como un crimen de lesa humanidad. Del mismo tamaño que las masacres o los asesinatos por causas étnicas. Desde 1969, la práctica de la desaparición forzada fue llevada a cabo por el Estado mexicano durante el periodo que se conoció como guerra sucia. Se trataba de aniquilar a toda una generación de jóvenes revolucionarios que habían decidido tomar las armas para combatir al mal gobierno. Sin embargo, sería un error reducir esas víctimas a ese tipo de seres humanos. La mayoría no eran revolucionarios armados: eran maestros, campesinos, que tenían el problema de apellidarse Cabañas, o de vivir en una población considerada apoyadora de la guerrilla. Para esta política criminal, el gobierno formó un grupo especial al que denominó Brigada Blanca, creada por el tan admirado por algunos ex guerrilleros de Sudamérica, Fernando Gutiérrez Barrios.
Ahora, han desaparecido militares, policías, padres de familia, jóvenes, migrantes, mujeres. La utilización de esta terrible práctica se ha vuelto indiscriminada. ¿Quién comete este crimen? Durante la Caravana, una señora narró cómo su hijo había desaparecido afuera de su escuela, y que parecía que unos criminales se lo habían llevado, pero que luego su esposo fue a denunciar los hechos y que también fue desaparecido. Aquí, de una manera cínica comparten responsabilidad tanto el crimen organizado como el Estado.
La desaparición es un crimen de lesa humanidad en tanto se priva de la libertad a una persona sin ninguna excusa ni ningún juicio, se le tiene sometido a torturas y, de una manera muy perversa, se tiene el alma de sus familiares en un hilo.
En la Caravana una señora contó: “mi hijo fue desaparecido, cada noche yo pongo su plato en la mesa y le sirvo su cena, siempre rogando porque lo liberen”. Los familiares viven un luto infi nito, permanente. Pueden pasar diez, quince, veinte o treinta años y el duelo se mantiene. No tienen un cuerpo que abrazar, una tumba donde rezar, no tienen nada sino el recuerdo, la memoria. Y ell@s luchan por algo elemental: “si vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Según reportes de la misma Secretaría de la Defensa Nacional hay 18 mil desaparecidos. 18 mil hogares rotos. 18 mil familias rotas.
Y resulta que los familiares de los desaparecidos piden que en esta lucha no les hagan lo mismo que les hace el gobierno: que no los desaparezcan. Y tienen todo el derecho a tener su lugar en esta movilización, a que se hable de ellos, a que se construya un memorial con los nombres de sus familiares. A que no se les haga menos en la conformación de un pacto ciudadano, en el que se les dedican dos frases, mientras que a la reforma política se le dedican varios párrafos.
Su dolor es igualmente grande, nada más que continuo, inmanente a la vida diaria, constante. Ellos han avanzado en la conformación de organizaciones de familiares. Ellos tienen que tener un lugar importante en la movilización que hoy se desarrolla en México.
La clase política y la movilización de víctimas
Días de revelar el dolor que se está viviendo en la sociedad mexicana. Días de contar, con lágrimas y rabia, los crímenes que el Estado mexicano ha cometido en contra de mexican@s y centroamerican@s. Días de expresión de la sociedad civil que, por un momento, desplaza la agenda de la clase política. Días en que la sociedad se reconoce en las calles y se expresa de cuerpo entero frente a una clase política ausente y molesta. Días de discusiones sobre lo que sigue y cómo se decide en un movimiento plural y, muchas veces, contradictorio.
La marcha por la paz con justicia y dignidad representó el grito ahogado por varios años de quienes ya no aguantan tantos agravios: 45 mil muertos, casi 18 mil desaparecidos, miles de mujeres migrantes violadas.
Días de ignominia cuando un Felipe Calderón se enaltece y se compara con Winston Churchill y sólo le falta decir: “nunca tantos le debieron tanto a tan pocos”, refi riéndose a las fuerzas armadas y policíacas. Nuestro pequeño Churchill que nos ofrece “sangre, sudor y lágrimas” como horizonte visible. El pequeño Churchill, que de las pocas cosas que comparte con su alter ego es su afi ción por el trago. Un disque presidente que se altera porque la gente no comparte su visión optimista de la realidad: en su mundo, hay una guerra contra el narco, se va ganando y él goza de legitimidad.
Enfrente, el dolor del pueblo mexicano, el dolor producto de que la comunidad, la población, la familia, que son los verdaderos objetivos centrales de esta guerra, se están rompiendo. El dolor de ver a un país roto, en lo más importante, en lo que nos puede permitir hablar de Nación: en su tejido social.
El renacimiento de una sociedad que había sido desplazada de la escena política por la clase política, la cual, a pesar de su carácter totalmente minoritario, había logrado vender la idea de que la fecha clave que debería ocupar toda nuestra atención debía ser el 2012; que fuera de las elecciones y las urnas no hay otro calendario ni otra geografía; que ésta será la fecha axial, aunque nadie discuta los problemas verdaderos de la sociedad, por ejemplo los 45 mil muertos. El 2012 como destino manifi esto de la nación, aunque ésta esté extenuada. El 2012 como sueño de poder, de ese poder que anula la acción ciudadana y que no sólo la impide sino que se molesta cuando ésta actúa de manera autónoma.
Por eso el enojo de los intelectuales orgánicos de López Obrador con relación a la Caravana. Por eso el tema no merece ser discutido en el foro de La Jornada y la Casa Lamm.
O aquellos que, en el colmo del delirio, piensan que el movimiento dirigido por Javier Sicilia junto con el movimiento zapatista van a ser las alas del avión supersónico piloteado por López Obrador.
El 2012 cobra ya sus primeras víctimas.
Tanto se ha esperado, tanto se ha soñado con ese año. Tantos suspiros y deseos les despiertan, que la existencia de 45 mil muertos molesta no por la tragedia que representan, sino porque distrajeron la atención que se requería para que la elección del estado de México cobrara la importancia que se había decidido desde el poder.
Lo importante no era, según ellos, que hubiera 18 mil desaparecidos, sino que “Encinas puede más” (todavía es complicado dilucidar qué se buscó con esa consigna. Encinas puede más qué, más que quién, ¿que el pueblo del estado de México?), que Eruviel ése sí nació en el estado de México, o que Luis Felipe mantiene una cara de susto, ya que lo mandaron a una contienda electoral para quedar en último lugar, como para evidenciar lo que pasará en el 2012 si los panistas no cambian de estrategia.
Miles de mujeres migrantes violadas representan una piedra en los zapatos de Enrique Peña Nieto, Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard, Ernesto Cordero o Adolfo Lujambio. Bueno, su molestia no es que sean violadas sino que, de repente, los y las migrantes cobren vida y se presenten frente a la opinión pública y lancen su situación y su realidad como un reto frente a las instituciones del poder político mexicano.
El 3 de julio
Y llegó el 3 de julio del 2011 y el Partido Revolucionario Institucional barrió y dicen que ganó. Su candidato a gobernador Eruviel Ávila logró el 62 por ciento de los votos, muy por encima de Alejandro Encinas que logró el 21 por ciento y de Luis Felipe Bravo Mena, el cual solamente alcanzó el 12 por ciento.
La madre de todas las elecciones, la que abría el 2012, fue todo un fracaso. La abstención llegó a casi el 60 por ciento si se toma en cuenta la votación total por los partidos. Con ese comportamiento de los ciudadanos que votaron mayoritariamente no yendo a las urnas, la realidad es que, tomando el total del padrón del estado de México, la votación por Eruviel Ávila fue de 27 por ciento: va a gobernar con el apoyo de uno de cuatro ciudadanos. Pero más significativo es que la votación real de Encinas fue de 9 por ciento y la de Bravo Mena de 5 por ciento.
Eso sí, el gasto de campaña, sin contar las trampas que cada quien hizo, fue de 3 mil 200 millones de pesos, lo que signifi ca que cada voto costó 727 pesos, cifra récord en toda América Latina.
Los damnificados de este resultado son:
a. Felipe Calderón, la votación tan baja por el PAN indica que la ciudadanía responsabiliza al gobierno federal de la violencia que se vive en esa entidad, así como los niveles de miseria que una buena parte de la población sufre.
b. Andrés Manuel López Obrador, el cual llevó a cabo una auténtica campaña para impedir que la alianza con el PAN se efectuara, para no sentar un precedente claro hacia el 2012 y, un vez que logró su objetivo, dejó a su candidato, una especie de nuevo “juanito”, completamente solo. Ahora, ¿quién se puede tragar eso de que su movimiento (Morena) tiene millones de afiliados?, si no logró ni un millón de votos en el estado de México, y, en Coahuila, su candidato González Schmal logró el uno por ciento (ni ahí, ni en Nayarit apoyó al candidato del PRD, en cambio hizo campaña por el candidato de la coalición PT-Convergencia), y en Nayarit no logró ni el uno por ciento.
c. El Partido Acción Nacional, el cual sufrió una caída en picada. El único lugar donde obtuvo una votación menos ridícula fue en Nayarit con una candidata que era senadora del PRD, que a su vez se la había pirateado al PRI.
d. Todos esos “formadores de opinión pública” que durante tres meses cacarearon que la candidatura de Encinas ponía a temblar a Peña Nieto. La capacidad de análisis de estos intelectuales, una vez más, evidencia hasta dónde han caído. Otra vez confundieron sus deseos con la realidad y, desde luego, no habrá ninguna autocrítica.
e. El sistema de la “democracia representativa”, que no sólo no prende en el país sino que se aleja cada vez más de las preocupaciones elementales de la población. Elecciones tan caras para resultados tan escasos no son sino la representación no del avance del PRI como algunos creen, sino de la crisis del sistema de dominio, en la que ellos se sacan la rifa del tigre.
Cada vez es más evidente que los ciudadanos le dan la espalda a los procesos electorales. Por eso, en esta coyuntura electoral con comicios en cuatro estados (estado de México, Nayarit, Coahuila e Hidalgo) la abstención fue del 52 por ciento.
f. Todos aquellos que piensan que la únicaposibilidad de cambio en el país es por la vía electoral, sin darse cuenta que esa vía fue clausurada por los mismos que juegan a que la transitan. Esta vía no existe como alternativa, la misma clase política se encargó de minar el terreno.
Hoy por hoy, la lucha se ubica en otro lado, en el proceso de autoorganización social, en la construcción de un camino común para los diferentes que somos.
“La guerra es paz”, “La libertad es esclavitud”, “La ignorancia es fuerza”. Éstas eran las consignas del Partido del Interior en la utopía negativa alucinante de Orwell, llamada 1984. Así gobierna Felipe Calderón. Hace una guerra bajo el pretexto de la paz, dice que lo hace por la libertad pero para eso fomenta la esclavitud y, para lograr esto, hace que desde los medios de comunicación se fomente la desinformación y la ignorancia, aunque fracasen en la generación de un velo (las elecciones) que permita que las personas olviden la catástrofe que ya se vive.
Hace algunos años, a Karol Modzelewski, disidente polaco, le preguntaron por la razón de su compromiso irreductible, respondió simplemente: “Por lealtad hacia los desconocidos”. Así podríamos explicar nuestro compromiso. La guerra que Calderón ha desatado en contra de la sociedad mexicana nos debe llevar a una cuestión similar: lealtad hacia los desconocidos.
Los medios de comunicación: el ministerio del interior (la gobernanza)
Pero a un lado de la clase política se ubican los medios de comunicación y marcan la agenda política a la que los primeros tienen que ceñirse.
Lo primero es convertir a los “líderes empresariales de los medios de comunicación” y “expertos” a los que ha juntado (entre ellos, por cierto, al rector de la UNAM) en presuntos representantes de la “Sociedad Civil” (con mayúsculas) mexicana, queriendo aprovechar así la crisis de representatividad tanto de los partidos políticos como de las instituciones en general e incluso de la del propio Consejo de Hombres de Negocios, para erigirse como protagonistas.
Por eso mismo optaron por trasladar directamente sus propuestas a la práctica y lo único que recibieron fueron elogios del disque presidente y de toda la clase política, sin pasar siquiera por el Congreso de la Unión. Basta leer la lista de los personajes reunidos por Emilio Azcárraga y Salinas Pliego en Iniciativa México para comprobar que, en su gran mayoría, sólo son representativos de unas élites que proponen poner en pie nuevas formas de “gobernanza” despótica al servicio de una salida más neoliberal, si cabe, de la crisis actual. Esto último es más evidente cuando, “frente al Estado y los políticos”, nos remiten, nada menos que a lo que ha sido el concepto de gobernanza elaborado en Europa, que promueve también la construcción allá de una Big Society dispuesta a dirigir al país, decidir sobre lo que se dice y cómo se dice.
La segunda intención que se puede intuir detrás de toda la jerga sobre la necesidad de “construir entre todos el México con iniciativa” es la decisión ideológica de presentar una radiografía y un diagnóstico del país y de la sociedad en su conjunto y un “Modelo de Estado” en el que las desigualdades sociales, de clase, de géneros —y los consiguientes antagonismos y confl ictos de intereses, valores y derechos en juego— son subsumidos en nombre de mejorar el “valor país”.
O sea, la gravedad de la crisis obligaría a un patriotismo de la información. Como siempre, esa ideología se disfraza de crítica de las ideologías y de otras políticas posibles emitiendo opiniones tan demagógicas como la que sostiene que: “Hay que ‘desideologizar’ la Política”. “Todos somos víctimas del crimen organizado y no del Estado y sus fuerzas represivas”. O la que gana el premio a la más tonta hecha por Luis Inacio da Silva, más conocido como Lula: “México es más grande que un problema de violencia”. Así que vivimos un problema de violencia.
¡Ah bueno! Hay que decirle eso a las decenas de miles de víctimas, a los centenares de miles de sus familiares y a los millones de sus conocidos… pero que no se apuren, que México es más grande que un problema de violencia.
Pero el propósito principal que cabe develar de los argumentos de esta “Sociedad Civil” es que los “cambios urgentes, estructurales y sistémicos” a los que apuntan son todos aquéllos que sirvan para desarrollar una “estrategia de país” —en el plano educativo, científico, de innovación, de cadenas productivas, energético y de comunicación “responsable”— dirigida a una “reformulación urgente del valor país, todo ello siempre desde una óptica de obligada competencia global” (el ejemplo de López Obrador y su visión de lucha contra el monopolio es en ese sentido revelador).
Junto a todo esto no faltan algunos guiños a las preocupaciones sociales sobre los excesos de la guerra y la violación a los derechos humanos, eso sí, siempre que se subordinen al mantenimiento de la guerra como tal.
El objetivo mediático, como el nuevo Ministerio del Interior, es generar los marcos de la información para evitar el clima general de indignación creciente.
Desgraciadamente para ellos, una movilización fue detonada, una parte de las víctimas fueron visibilizadas. Desde las catacumbas del miedo un fantasma recorre México: el fantasma de decenas de miles de víctimas que exigen justicia ya, ahora.
Que en su grito de dolor nos impelen a luchar por parar la guerra del pequeño Churchill. Ése es el imperativo categórico con el que se debe construir una movilización contra la guerra y por reivindicar a las víctimas. Entonces sí, la memoria cobrará venganza sobre la historia que desde la televisión y los diarios nos tratan de inculcar.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Respuesta de Don Luís Villoro a la 2a carta del Sup Marcos en el intercambio epistolar sobre Ética y Política

De la reflexión crítica, individu@s y colectiv@s
¡Saludos!
Empecemos por el tema de la reconstitución del país, de la reconstrucción del tejido social, preocupación que compartimos y que se refl eja tanto en sus dos primeras misivas como en la convocatoria de Javier Sicilia, la cual abre un resquicio de esperanza ante tantos gritos de dolor e indignación que hoy cubren nuestro territorio, desolado por la irracionalidad y la violencia.
Para iniciar esta tarea, creo yo, uno de los puntos a considerar para lograr ir más allá de la movilización —necesaria, sin duda, al principio— sería elaborar una propuesta muy Otra, muy nuestra, que pase de la resistencia a la acción, con miras a una verdadera organización. Una organización que reuniera a todos los pueblos y sectores sociales afectados por el incumplimiento de sus derechos. Sería una organización desde abajo y a la izquierda.
Esa propuesta tendría que tomar en cuenta el rescate de la ética, tan silenciada hoy en el accionar político; porque hay que distinguir, desde luego, entre ética y moral social. La ética es la promulgación de principios universales, mientras la moral social habla de su realización, en los hechos, en una sociedad determinada. Es ésta última la que recurriría a la reserva moral que se encuentra en la ciudadanía, en sentido amplio: grandes y pequeños grupos, individuos, colectivos y organizaciones de la izquierda independiente.
Por ello es importante que el movimiento que ha hecho reverberar Sicilia con gran dignidad en todo México, no desborde las márgenes de la ciudadanía, que se mantenga en su interior, lo cual implica no permitirle la entrada a ningún partido político, a ningún funcionario público, so pena de que se contamine. En ese sentido, coincidiendo con los buitres que usted menciona, permítase remitirme a algunas líneas de mi texto “El Poder y el valor” donde hago referencia al político progresista que pretende utilizar un poder opresivo para limitarlo participando en él… No es el cruzado en lucha a campo abierto contra el mal, es el apóstol disfrazado en tierra de infieles que reconoce el mal del poder pero está dispuesto a entrar en el vientre de la ballena para cambiarlo. A veces, justifica su participación en el poder porque “sólo es posible modifi carlo desde dentro”. (p. 89)
Resulta hoy evidente que la única actitud posible para lograr la transformación que buscamos es el rechazo absoluto a la situación existente, decir NO a toda forma de dominio encarnada en el poder.
Una actitud disruptiva contra la dominación que implica una postura moral social, como usted lo señala al decir: “Nosotros no queremos cambiar de tiranos, de dueños, de amos o de salvadores supremos, sino no tener ninguno”.
Ahora, centrémonos en el tema que encabeza ésta su segunda misiva: la relación individuocolectivo, extendiéndolo hasta la sociedad misma… tomando en cuenta la diversidad que la conforma (es decir, los grupos humanos y sus diferencias en los planos económico, ideológico, cultural) no obstante su pertenencia a una historia común.
El individuo expresa sus derechos en las elecciones personales. Pero, en la situación actual en México, donde predomina la “partidocracia”, el individuo se ve limitado a optar por uno de los partidos políticos existentes, ya que en nuestro país no está contemplada la fi gura de candidato ciudadano independiente. Es indispensable, por tanto, una reforma radical según la cual cualquier ciudadano pueda expresar su voluntad, con su voto, sea cual fuere su preferencia o rechazo de algún partido político. Ésa es la verdadera democracia que
daría lugar a la expresión de las personas y grupos sociales más allá de la “partidocracia”. Ésa sería una verdadera reforma necesaria.
Ahora bien, con miras a construir un camino más incluyente, que se iría haciendo al andar, como dijo el poeta Machado, un rasgo común que se requiere para abarcar dicha diversidad es, creo yo, el siguiente: una misma moral social para todos, con principios éticamente válidos, es decir, universales… como los que usted menciona, en la página 12, como fundamentales para todo ser humano: vida, libertad y verdad.
A su pregunta de si el individuo puede alcanzar a plenitud estas aspiraciones en un colectivo, coincido con usted afi rmativamente; pues en la soledad del individualismo egocéntrico neoliberal no tienen sentido ni lugar, ya que la comparación o el entorno real se tornan inexistentes.
Y volviendo a la tarea o compromiso que nos interpela, para acabar con la violencia, la impunidad y la confusión reinante; para parar la guerra, se requiere de la colectividad, del “nosotros” solidario que tanto enfatizó Carlos Lenkersdorf a lo largo de su vida y su obra.
Frente al individualismo egoísta sería necesaria la posibilidad de aceptar derechos sociales, colectivos, de un “nosotros”. Una reforma posible —pienso yo— sería abrir una discusión sobre la diferencia entre derechos individuales como pretende la tradición liberal y derechos colectivos provenientes de otra tradición: la del “socialismo” o del llamado “populismo”.
Otro punto que comparto con Sicilia y el zapatismo, es el reclamo de justicia. Pocas palabras más pronunciadas y menos practicadas por la demagogia de la clase política. La democracia es otro ejemplo. Y ninguna tiene sentido fuera del colectivo, de la comunidad. No se puede ser democrático individualmente, ¿con quién o frente a quién?
Como asiento en “Los Retos para la sociedad por venir” (2007): “Las teorías más en boga para fundamentar la justicia suelen partir de la idea de un consenso racional entre sujetos iguales, que se relacionan entre sí, en términos que reproducen los rasgos de una democracia bien ordenada… pero, en sociedades como la nuestra, donde aún no se funda sólidamente la democracia, donde reina una desigualdad inconcebible para países desarrollados… pues en nuestra realidad social no son comunes los comportamientos consensuados que tengan por norma principios de justicia que incluyan a todos los sujetos: se hace patente su ausencia. Lo que más impacta es la marginalidad y la injusticia... lo cual nos obliga a partir de la percepción de la injusticia real para proyectar lo que podría remediarla”.
Así llegamos a la relación de la injusticia con el poder. El poder es dominación sobre el mundo que nos rodea, tanto natural como social, para alcanzar lo deseado… Lo que escapa al afán de poder son las acciones contrarias a su búsqueda. “Si una ciudad estuviera gobernada por hombres de bien —advertía Sócrates— maniobrarían para escapar del poder como ahora se hace para alcanzarlo” (Platón, La República).
Aquí podríamos hacer un paréntesis que nos llevaría a un viaje a la actualidad al ubicarnos en los principios y originalidad de los postulados del zapatismo, experiencia que aún resulta ignorada e incomprendida por la mayoría de los “especialistas tradicionales” en Filosofía Política.
El punto central, entonces, es el del poder, incluyendo el concepto de contrapoder que finalmente se pervierte en una forma más de poder impositivo; en un rayo más en la rueda sin descanso del poder y la violencia. Y como afi rmo en el libro arriba mencionado, “sólo hay una vía para escapar a esa rueda… renunciar a la voluntad de poder para sí mismo". Es lo que comprendieron Gandhi y Luther King; es lo que han comprendido también los indígenas zapatistas de Chiapas cuando decidieron no buscar el poder para sí mismos. Si se rebelaron en 1994 contra sus condiciones de marginación e injusticia extremas, si tuvieron que emplear las armas para hacerse escuchar, su actitud difi rió radicalmente de los antiguos movimientos guerrilleros. Pedían democracia, paz con justicia y dignidad. Conscientes de que la responsable de la injusticia es, en último término, la voluntad de poder, proclamaron que su objetivo no era la toma del poder sino el despertar de la ciudadanía contra el poder. Al hacerlo, han abierto una nueva vía, al mostrar que la voluntad de los pueblos organizados va más allá de las elecciones.
¿No es esa la vía del zapatismo?
Y me parece que, justamente de eso se trata hoy el llamado de Sicilia. Ahora, de nosotros, como sociedad, dependerá la respuesta: o bien la apatía, la parálisis que acepta la barbarie o el compromiso de
ir creando condiciones para que germine un suelo donde no imperen la injusticia y la violencia.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Culpar a la víctima, fascismo

Cuando en 2006 ocurrió una grave represión que implicó de facto la instauración del estado de sitio, es decir, la suspensión de las garantías individuales en Atenco (después en Oaxaca y luego por todas partes) hubo quienes señalaron que si no se detenía esa violencia, luego sería dirigida contra todos, y quienes dijeron que no, que "no había condiciones para el fascismo en México". Generalmente, a quienes desde los años noventa y especialmente desde los años dos mil anunciaban una metamorfosis del poder en México hacia cada vez mayores autoritarismo y violencia, se les consideraba "alarmistas", pues entonces muchos mexicanos estaban encandilados con la idea de una "suave transición a una democracia sin adjetivos, procedimental", baja en calorías y la único posible después de la caída del muro. Pero el "alarmismo" de ayer es, hoy, fría descripción de los que pasa cotidianamente en las calles.

En la carta más reciente a Luis Villoro, Marcos, vocero del EZLN, menciona un rasgo de corte fascista que es ya modus operandi del poder en México: "Un psicólogo norteamericano, William Ryan, escribió en 1971 un libro llamado “Culpar a la víctima” (“Blaming the Victim”). Aunque su intención inicial era una crítica al llamado “Reporte Moynihan” que pretendía hacer responsable de la pobreza en la población negra en Estados Unidos a conductas y patrones culturales y no a la estructura social, esta idea se ha usado más para casos de sexismo y racismo (más frecuentemente en los casos de violación, donde se acusa a la mujer de haber “provocado” al violador por la ropa, la actitud, el lugar, etc.).

"Aunque nombrándolo de otra forma, Theodor Adorno describió esto de “culpar a la víctima” como una de las características definitorias del fascismo.

"En el México contemporáneo, han sido algunos miembros del alto clero, autoridades gubernamentales, artistas y “líderes de opinión” de los medios de comunicación, quienes han recurrido a esta patraña para condenar a víctimas inocentes (principalmente mujeres y menores de edad).

"La guerra de Felipe Calderón Hinojosa ha convertido ese rasgo fascista en todo un programa de gobierno y de impartición de la justicia. Y no son pocos los medios de comunicación que lo han hecho suyo, permeando así el pensamiento de quienes todavía creen lo que se dice y se escribe en la prensa, la radio y la televisión."

De ese modo, no solamente se violan los derechos de las víctimas suspendiendo sus garantías ciudadanas y vulnerando su dignidad humana mediante la detención- desaparición forzada, la tortura y la ejecución extrajudicial (es decir, el juicio sumario y pena de muerte en un país donde está prohibida por la ley), lo cual implica la suspensión de todos los derechos y de lo que la derecha sigue nombrando en el vacío: "un estado de derecho", además, la víctima no descansa con su muerte, porque la maldición persigue a su nombre y memoria, a sus deudos y familiares sobrevivientes: Se le tatúa el estigma de "delincuente", "sicario", "terrorista", "narcomenudista", "halcón o halcona", persona de reputación dudosa o que se juntaba con las personas "inadecuadas", etcétera.

El fascismo hace de toda ejecución extrajudicial un crimen de odio. Trata de matar no sólo a una persona, sino su memoria, su buen nombre, su reputación, su honra... Desde las mujeres asesinadas en Juárez hasta Facundo Cabral...

Así, después de la enorme movilización de las víctimas que cuestionan la guerra, que exigen el cambio de estrategias y métodos para combatir el crimen y la inseguridad, que piden justicia para las víctimas, esclarecimiento de sus muertes –ejecuciones– y limpiar los nombres de los muchísimos inocentes asesinados y sepultados en la fosa común estadística de los más de 50 mil muertos de la guerra de Calderón (y la CONAGO) y de los cientos o innumerables desaparecidos, la respuesta de los columnistas mercenarios y sus repetidoras, comentadoras y comentadores de radio, por ejemplo, ha sido enlodar la memoria de las víctimas.

Un caso patético es el de Octavio Rodríguez Araujo, "a quien sólo le falta decir que Sicilia mandó matar a su hijo para “impulsar” la imagen de Felipe Calderón Hinojosa", como le criticó, en la carta citada, Marcos. Pero no es nuevo en ORA publicar calumnias y hasta apologías de la represión: Así como intenta hacer pasar a Sicilia como un sujeto de derecha que actúa en favor de Calderón, enlodando el nombre de la víctima y de su deudo, e insinuando que el padre de la víctima ahora apoya al responsable de la política juvenicida, en 2006 ORA distinguió entre las protestas "legítimas" de los seguidores de su "gobierno legítimo" y las "ilegítimas" de la Otra Campaña, cuya represión por el gobierno del DF justificó.

Asimismo, columnistas como Carlos Ramírez y Ciro Gómez Leyva, han acusado a la Caravana a Ciudad Juárez del Movimiento Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad de estar formada por "narcomenudistas" e incluso a víctimas como la familia Reyes y la familia Le Barón, de ser familiares de ser, o formar parte de, comunidades de delincuentes. Culpar a la víctima, rasgo fascista que Calderón elevó a política de estado. Y los columnistas, a dogma.

Pero no solamente lo ha hecho Calderón: La defensa de los paramilitares autores de la masacre de Acteal, encabezada por Héctor Aguilar Camín y por algunos abogados, pastores evangélicos y académicos del CIDE, del grupo Nexos y opinadores como Luis González de Alba, consistió en culpar a las víctimas, acusar a los 45 niños, niñas, mujeres, ancianos y hombres asesinados de "guerrilleros". Los defensores de los paramilitares de la masacre de Acteal trajeron a México la estrategia colombiana de "falsos positivos". (El PRD michoacano "solamente" se llevó como asesor al enterrador de Acteal, Uriel Jarquín.)

¿Cómo justificas las masacres y asesinatos de civiles? Los acusas de estar armados y ser parte del "enemigo interno". Luego Calderón y los gobernadores de los estados, así como su prensa venal, sus estenógrafos, y su ejército de columnistas a la carta lo extrapolaron a los civiles asesinados: "todos son delincuentes".

Así habían tratado a las víctimas de Atenco sus agresores: Fox Quesada, Abascal Carranza, Peña Nieto, Eduardo Medina Mora, Abel Villicaña, Wilfrido Robledo, Nazario Gutiérrez... y así los trataron (igual que en la agresión a Oaxaca) columnistas como González de Alba.

Políticos, funcionarios, policías y articulistas del PAN, el PRI y el PRD, "superando" sus diferencias en su coincidencia: culpar a las víctimas.

¿Y qué otra cosa hizo el Gobierno del DF (primero bajo López Obrador y Bernardo Bátiz y luego bajo Marcelo Ebrard y Joel Ortega) sino culpar a la víctima en el caso de la defensora de derechos humanos misanteca Digna Ochoa? No sólo dejaron impunes a los autores materiales e intelectuales de su asesinato, sino que la culparon de "suicidarse" y hurgaron en su psique y en su vida sexual para "probar" la única línea de investigación que garantizaba impunidad a los asesinos y la no confrontación con los poderes de facto a los futuros candidatos. Lo mismo hicieron con el asesinato del estudiante Pável Noel González.

De manera que ese rasgo fascista de culpar a las víctimas no es exclusivo de Calderón y el PAN, lo comparten priistas como Peña Nieto y prácticamente todos los gobernadores priistas del país, y hasta López Obrador, Ebrard y perredistas como Nazario Montiel, y algunos de sus columnistas como Octavio Rodríguez Araujo.

Esa es una de las caras más vergonzosas del fascismo a la mexicana, que no solamente es una cosa de "derechas", sino un acto reflejo de injusticia estructural de la clase política, de todo el espectro electoral. Por ello no es raro que AMLO lleve al poder a Juan Sabines en Chiapas y no se inmute ante la masacre de Chinkultik ni ante los presos y perseguidos políticos de su hombre en Tuxtla Gutiérrez. También es vergonzoso es que no se inmuten sus operadores, proselitistas y propagandistas, y que pretendan exonerarlo, como Jaime Avilés, por ejemplo.

Con este trasfondo, se entiende la campaña contra Javier Sicilia y el movimiento de las víctimas que, Marco Rascón denunció, realizan Rodríguez Araujo y John Ackerman, en La Jornada, de la cual tuvo que irse Rascón por dignidad al no aceptar la censura. Jaime Avilés tuvo una campaña contra el propio Rascón.

Así lo dice el ex articulista de La Jornada: "Para los intelectuales del lopezobradorismo, los muertos y desaparecidos de la violencia del país, no son políticamente correctos y por tanto, su reconocimiento y defensa significan una táctica distractora. Del delirio de Ackerman y Rodríguez Araujo, la aparición de Sicilia en la escena es un acto contra la causa verdadera y es un pecado haber convertido su dolor en una causa ciudadana. Según su tesis, lo políticamente correcto es convertir el dolor en una dieta vitalicia."

Es decir, así como el PRD y los partidos del lópezobradorismo han participado en la represión en Atenco y Oaxaca como las hienas, detrás de la cola del león, sus columnistas han aprendido la táctica priista y panista de culpar a las víctimas. Y eso que aún no toman "el poder", como desean, y lo hacen solamente desde los espacios de poder ya tomados, como La Jornada y el gobierno del DF.

Un movimiento en México que logre parar esa estrategia fascista, la de masacrar a la población y culpar a las víctimas, no tiene asideros en la clase política.

Las causas y el método

Alguna vez comentamos esa especie de aforismo graffitero, leído en el Aleph de nuestros días, internet: "Procura que el presente que construyes se parezca al futuro que deseas construir."

Es una manera de expresar las sabia máxima de que los medios son los que tienen que justificar a los fines y no a la inversa. Es decir, que por el camino que se llega a lograr algo importa tanto como lo que se quiere logar. De hecho, intentar alcanzar un fin siguiendo los métodos que destruyen ese fin es simplemente un contrasentido.

Lo retomamos porque en la más reciente carta del subcomandante Marcos, del EZLN, a Luis Villoro, la tercera de una serie, en la cual dirige unos apartados a Javier Sicilia, del Movimiento Nacional por la Paz con Justicia y Dignidad, es una de las ideas que destaca.

Dice Marcos: "Nosotros pensábamos que tal vez era posible que se levantara un movimiento que detuviera esta guerra absurda. No parece que así sea (o no todavía).

"Pero lo que sí se puede apreciar, desde ya, es que hizo tangibles a las víctimas.

"Las sacó de la nota roja, de las estadísticas, de los míticos “triunfos” del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, de la culpa, del olvido.

"Gracias a esa movilización, las víctimas comienzan a tener nombre e historia. Y la patraña del “combate al crimen organizado” se desmorona.

"Cierto que todavía no entendemos el por qué se dedican tanta energía y esfuerzos a la interlocución con una clase política que, desde hace tiempo, perdió toda voluntad de gobierno y no es más que una pandilla de facinerosos. Tal vez lo irán descubriendo por sí mismos.

"Nosotros no juzgamos y, por lo tanto, ni condenamos ni absolvemos. Tratamos de entender sus pasos y el anhelo que los anima.

"En suma, el digno dolor que los acuerpa y mueve, merece y tiene nuestro respeto y admiración.

"Pensamos que es lógico que se dialogue con los responsables de los problemas. En esta guerra, es razonable dirigirse a quien la desató y la escala. Quienes critican que se dialogue con Felipe Calderón Hinojosa olvidan esto tan elemental.

"Sobre las formas que ha tomado ese diálogo, han llovido críticas de todo tipo.

No creo que a Javier Sicilia le desvelen las críticas ruines de, por ejemplo, el Paty Chapoy de La Jornada, Jaime Avilés (igual de frívolo e histérico), o las vilezas del Doctor ORA (de quien en ningún lugar se dice que sea de izquierda ni que sea congruente) a quien sólo le falta decir que Sicilia mandó matar a su hijo para “impulsar” la imagen de Felipe Calderón Hinojosa; o los señalamientos que le reprochan no ser radical, hechos precisamente por quienes enarbolan como un logro el “no haber roto ni un vidrio”.

"En su correspondencia (y me parece que en algunos actos públicos), Javier Sicilia gusta de recordar un poema de Kavafis, en especial el verso que dice: “No has de temer ni a los lestrigones ni a los cíclopes, ni la cólera del airado Poseidón”. Y esos críticos histéricos no llegan ni de lejos a eso, así que los patéticos rencores de esos hombrecitos no llegan más allá de sus pocos lectores.

"Lo real es que ese movimiento está haciendo algo por las víctimas. Y eso es algo que ninguno de sus “jueces” puede alegar a favor propio."

Pero, sobre todo, usa una frase que usó ya en 1994, cuando hablaba del alzamiento zapatista: "Ellos pueden decir, con razón, que se pueden cuestionar las formas y los métodos, pero no las causas."

La validez del movimiento contra la guerra queda expresada: las causas.

Y Javier Sicilia ha contestado con una carta difundida por CENCOS: "La paz, querido Subcomandante, es, como decía Gandhi, “el camino”, un camino que sólo se hace con todas y todos. Ustedes, hace 17 anos, al lado de la sociedad civil, nos lo enseñaron no sólo al visibilizar y dignificar el pasado negado y humillado de nuestra tradición indígena, sino también cuando, a partir de la escucha y del dialogo, abrieron el debate de lo que, en medio de la crisis de las instituciones, podría ser una nueva esperanza de reconstrucción de la nación: las autonomías.

"Por desgracia, el poder, que es ciego; los intereses, que no escuchan los latidos del corazón de la historia, y el egoísmo, esa forma atroz del yo que rompe los vínculos con los otros, no los escucharon –cambiar el corazón del poder es siempre largo y doloroso–. La consecuencia es la espantosa emergencia nacional que vive actualmente el país, cuyo epicentro, como una ironía de la sordera, se encuentra en Juárez, en la frontera norte del país."

"Así, caminar, dialogar abrazar y besar es hacerlo, desde nuestro dolor, por y para nuestros muertos–a quienes olvidamos darles ese amor–, por y para nuestros jóvenes, nuestros niños y niñas, nuestros indígenas, nuestros migrantes, nuestros periodistas, nuestros defensores de derechos humanos, nuestros hombres y mujeres, es decir, por y para todos. Es, de alguna manera, evitar que la indolencia, la imbecilidad y la miseria del alma, nos condenen a todos a la muerte, a la corrupción y al olvido.

"Como usted dijo bien al referirse al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad –una frase que también empleo hace años en relación con el zapatismo–: “Podrán cuestionar los métodos, pero no las causas”. Es por ellas, por esas causas, que detener la guerra es tarea de todos y de todas."

Es decir: la causa es la misma, la paz con justicia y dignidad, los métodos son diferentes, son caminos diferentes: Los zapatistas hicieron durante doce días la guerra, por meses y años dialogaron, cuando el gobierno y toda la clase política no cumplió lo pactado rompieron y comenzaron a construir su autonomía, la cual hoy defienden en medio de un cerco militar, paramilitar, burocrático y mediático.

Pero esa misma causa, la paz con justicia y dignidad la persigue el movimiento pacifista de hoy, que quiere inspirarse en Gandhi. Así lo expresa Sicilia en su carta: "compartimos los mismos anhelos y esperanzas, las de “un mundo en el que quepan muchos mundos”, compartimos los mismos anhelos y esperanzas, las de “un mundo en el que quepan muchos mundos”."

La mezquindad de muchos actores aprovechará ahora esas palabras para tratar de ensuciar los nombres de ambos corresponsales, algunos de los trolls contra todo movimiento no cooptado por ellos los menciona Marcos: Jaime Avilés, Octavio Rodríguez Araujo, tinterillos del líder que dice que su movimiento "no ha roto ni un cristal", aunque ha ayudado a reciclar a lo peor de la clase política priista en Chiapas y en otros lugares (los resabios del salinismo en el DF, por ejemplo). A los mismos autores de campañas de linchamiento en La Jornada los denunció Marco Rascón, y a él lo orillaron a dejar ese medio.

Pero esa causa por la que no han movido un dedo esos jueces del Movimiento por la Paz sigue siendo legítima, y hoy más, cuando el estado de sitio que hasta ahora ha funcionado ilegalmente, lo intentan "legalizar" y volver permanente mediante una ley de Seguridad Nacional que instalaría el estado policiaco militar en México para mucho tiempo.

Así que los medios que pueden justificar el fin (y no viceversa) son los de la autonomía, que construyen en Chiapas los zapatistas, y los de la paz, que con muchas dificultades comienzan a promover el Movimiento Nacional por la Paz y otros actores. Tratar de hacer añicos esa propuesta viene principalmente (aparte de algunas almas puras y algo disecadas) de quienes necesitan la guerra para chantajearnos en las elecciones: "Nosotros o el caos".

El camino puede parecer algo distinto, pero las causas no han perdido su vigencia. Excepto en las cabezas de los citados "comisarios del pensamiento".

Carta de Javier Sicilia al Subcomandante Marcos

Javier Sicilia / Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad

Que todo sea luz, paz, fuerza y gozo. Lo extraño muchísimo

Besos

Javier

Querido Subcomandante Marcos:

Mil gracias por las líneas que le dedica al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad en su tercera carta a Don Luis Villoro. Las hemos leído con el detenimiento de quienes están abiertos a la escucha. Desde ese detenimiento y esa escucha queremos darle las gracias por su profunda humildad y solidaridad con el Movimiento y decirles que a sus muertos, como Dionisio-Chiapas y Mariano, hacedores de paz, los llevamos con todos los dolores en nuestro corazón. Queremos decirles tambien que aunque no nos entiendan, aunque lo nuevo–esa capacidad para tratar de hacer la paz incluso con nuestros adversarios, porque creemos que los equívocos de un ser human no son el ser humano, sino una alienación de su conciencia que hay que transformar mediante la paciencia del amor— los desconcierte, compartimos los mismos anhelos y esperanzas, las de “un mundo en el que quepan muchos mundos”.

La paz, querido Subcomandante, es, como decía Gandhi, “el camino”, un camino que sólo se hace con todas y todos. Ustedes, hace 17 anos, al lado de la sociedad civil, nos lo enseñaron no sólo al visibilizar y dignificar el pasado negado y humillado de nuestra tradición indígena, sino también cuando, a partir de la escucha y del dialogo, abrieron el debate de lo que, en medio de la crisis de las instituciones, podría ser una nueva esperanza de reconstrucción de la nación: las autonomías.

Por desgracia, el poder, que es ciego; los intereses, que no escuchan los latidos del corazón de la historia, y el egoísmo, esa forma atroz del yo que rompe los vínculos con los otros, no los escucharon –cambiar el corazón del poder es siempre largo y doloroso--. La consecuencia es la espantosa emergencia nacional que vive actualmente el país, cuyo epicentro, como una ironía de la sordera, se encuentra en Juárez, en la frontera norte del país.

Hoy la guerra ha desgarrado los cuatro partes de México (el norte, el sur, el este y el oeste), pero también, en la visibilizacion de nuestros dolores –que son muchos y cada vez mas-- de nuestros rostros, de nuestros nombres y de nuestras historias, nos ha unido para --en la paz del amor, que nos lleva a caminar, abrazando dolores, y a dialogar, buscando trastornar la conciencia de los poderosos—encontrar ese yo plural, ese nosotros, que nos han arrebatado. Ello sólo ha podido nacer del corazón, de la solidaridad y de la esperanza, es decir, de la gran reserva moral que hay todavía en la nación y de la cual ustedes forman una de sus más hermosas partes. Hoy, más que nunca, creemos que sólo en la unidad nacional de esa reserva --que no sólo está abajo, sino también arriba y a los lados, en todas partes-- podemos detener la guerra y encontrar entre todos el camino de la refundación nacional.

México, querido Subcomandante, es un cuerpo desgarrado, un suelo fracturado, que hay que recomponer como un cuerpo y una tierra sanas en las que --como todo cuerpo y toda verdadera tierra-- cada una de sus partes, cuando se armonizan y se cultivan en el bien, son tan necesarias como importantes.

Caminar, dialogar, abrazar y besar –esas cuatro maneras que encontramos en nuestra historia hecha del mundo indígena y del mundo occidental— son las formas que asumimos no solo para acompañar a otros y a otras, sino para encontrar el camino perdido y hacer la paz. Caminar, es ir al encuentro de los otros; dialogar es desnudar, estremecerse, iluminar la verdad –que al principio escuece, pero después consuela--; abrasarse y besarse es no sólo hacer la paz, sino también romper las diferencias que nos dividen y enfrentan.

Hace algunos años unos amigos fundamos una revista–espero tenga en sus manos algunos ejemplares--: *Conspiratio*. El nombre viene de la primera liturgia cristiana, donde había dos momentos altos: la *conspiratio* y la *comestio*. El primero se expresaba mediante un beso en la boca. Era una co-respiracion, un intercambio de alientos, un compartir el espíritu, que abolía las diferencia y creaba una atmosfera común, una verdadera atmósfera democrática–quizá de allí derivo el sentido que la palabra conspiración tiene en nuestra época; quizá el imperio romano, un imperio, como todo imperio, espantosamente estamentado, decía, “quienes son estos que conspiran y ponen en peligro el poder”--. Cuando besamos y abrazamos creamos esa atmosfera común, una atmosfera –es la realidad de cualquier atmosfera-- inestable, que rápidamente puede desaparecer, pero no por ello falsa. Es un signo de lo que anhelamos y que repentinamente, en el amor, aparece lleno de gratuidad como la vida misma. Así, caminar, dialogar abrazar y besar es hacerlo, desde nuestro dolor, por y para nuestros muertos–a quienes olvidamos darles ese amor--, por y para nuestros jóvenes, nuestros niños y niñas, nuestros indígenas, nuestros migrantes, nuestros periodistas, nuestros defensores de derechos humanos, nuestros hombres y mujeres, es decir, por y para todos. Es, de alguna manera, evitar que la indolencia, la imbecilidad y la miseria del alma, nos condenen a todos a la muerte, a la corrupción y al olvido.

Como usted dijo bien al referirse al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad –una frase que también empleo hace años en relación con el zapatismo--: “Podrán cuestionar los métodos, pero no las causas”. Es por ellas, por esas causas, que detener la guerra es tarea de todos y de todas.

Hagámonos cargo de lo que hoy es México, hagámonos cargo del dolor y del perdón, tomemos el camino de la paz y dejemos el juicio a la historia.

Nos vemos en el sur, querido Subcomandante. Mientras llegamos con la lentitud del andar y el dolor a cuestas, le mandamos a usted y a los compas un gran beso, ese beso con el que nuestro corazón no cesa de abrazarlos.

Desde el Arca, cerca de las montañas de Vercors

27 de agosto de 2011, 5 meses después de los asesinatos de Juanelo, Luis, Julio y Gabo.

Por el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad

Paz, Fuerza y Gozo

Javier Sicilia