En nuestros días solamente la violencia es “noticia” en México. La violencia en los campos y ciudades, con su obscena cuota de sangre e impunidad (más de 50 mil muertos y cientos de desaparecidos y desaparecidas) es tratada con un amarillismo que no puede ya sino saturarse en el límite de la “muerte en vivo”.
Es el México que de una falsa transición a la democracia sacó, como el mago al conejo de su sombrero, la transición de la dictadura perfecta a una dictadura perversa que quiere legalizarse, contra todo principio de legalidad.
En medio de esa violencia y del vacío de propuestas de la clase política, no es noticia una de las pocas experiencias de construcción paciente, constante, silenciosa, pacífica, de un orden más justo, más democrático, en un pedazo del territorio mexicano gobernado por los de abajo, resistiendo en medio de la militarización, la paramilitarización, el desprecio de los medios industriales y la clase política toda, con una construcción de autonomía y de dignidad.
Como dijera en una conferencia la autora de México Armado y Corte de Caja, la periodista Laura Castellanos, más radical que cualquier ataque guerrillero, es la construcción de la autonomía en medio del cerco militar.
En ese sentido, los zapatistas representan las antípodas de un México que se desfonda, se desbarata, cuya soberanía es rematada a pedazos por políticos venales de todos los partidos, desde las playas de Baja California Sur desnacionalizadas y vendidas a millonarios estadunidenses bajo gobiernos del PRD afines al lópezobradorismo, hasta los proyectos de expulsar a todos los indígenas de Chiapas de sus territorios en un plan económico y militar contrainsurgente implantado por los gobiernos de Felipe Calderón y Juan Sabines, con la venia de gobiernos, bancadas, secretarías de gobierno e incluso grupos paramilitares de prácticamente todos los partidos del espectro electoral en México.
Después de que la vocación de diálogo del EZLN y sus aliados del Congreso Nacional Indígena y miles otros no indígenas fuera traicionada en 2001 por los tres poderes de la Unión y los tres principales partidos que cogobiernan el país, el proyecto zapatista estructurado en sus municipios rebeldes autónomos, sus caracoles y sus juntas de buen gobierno no se ha desmoronado, ha resistido.
Lo que se ha desmoronado es el resto del país, hoy convertido en una inmensa tierra de nadie controlada por poderes de facto y sobre todo intervenido y manipulado, pese a las mascaradas electorales costosas e inútiles, por las agencias de espionaje y desestabilización de países y naciones de los Estados Unidos.
La mayor ironía es que hasta 2001 en el resto del país marchábamos pensando que teníamos una situación mejor que los indígenas zapatistas y que debíamos solidarizarnos con ellos, pero la más reciente y masiva movilización pacífica del EZLN ( como han sido todas desde el alto al fuego unilateral que han respetado: enero de 1994), fue una marcha en la que los zapatistas no pidieron nada para ellos y salieron a solidarizarse con nosotros, con los mexicanos que en todo el territorio nacional padecen bajo el fuego cruzado de una guerra impuesta desde arriba, no sólo desde Los Pinos, sino desde Washington.
Tal vez en cuando a posesiones materiales los zapatistas podrían parecer pobres: pero ellos están organizados, tienen un gobierno propio, autónomo, que sí los obedece y procura su mejoría. En el resto del país, ya no hay clase media, no basta ser poeta laureado o empresario para no ser víctima de la militarización y la violencia diaria.
La apuesta del poder era que serían los zapatistas los derrotados por el olvido, pero es hoy su paisano, el poeta chiapaneco Efraín Bartolomé quien nos pregunta “¿De verdad estamos tan solos?”
Y son muchas y muchos quienes creen que sí: 50 mil solitarios muertos mexicanos, cientos de solitarios y solitarias desaparecidos y desaparecidos mexicanos, miles de solitarios y solitarias usurarios de Twitter y Facebook, millones de anónimos y solitarios telespectadores, millones de solitarios mexicanos.
Y a todos ellos, una delegación de miles de indígenas zapatistas nos dijo, en meses pasados: “No están solos”.
No, no estamos solos, pero al menos ellos se tienen a sí mismos, están organizados, tienen sus principios por los cuales morir y vivir… comparados con eso, somos los demás mexicanos quienes hoy parecemos más solos.
Reconocer que el zapatista sigue siendo un proyecto vigente, vivo, a pesar del cerco militar y paramilitar y el silencio mediático que los rodea, es una necesidad en la tarea para construir referentes: Efraín Bartolomé, los zapatistas resisten, entonces no estamos solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario